Paysandú, Sábado 24 de Agosto de 2013
Opinion | 19 Ago La Hidrovía Paraguay-Paraná, por la que se saca la vasta producción de gran volumen y bajo valor relativo de la región mediterránea del subcontinente sudamericano, es sin dudas un instrumento vital para darle competitividad a rubros como la soja y otros granos, además del mineral de hierro boliviano, y no puede extrañar por lo tanto el crecimiento sustancial que ha tenido el transporte de mercaderías por esta vía en los últimos quince años, fundamentalmente.
Pero es inútil contar con el instrumento si a la vez no se potencia la producción de los bienes que por él se transportan, y sin dudas que en buena medida Bolivia y el suroeste de Brasil pero fundamentalmente Paraguay están respondiendo a las expectativas, y por encima de las dificultades, están poniendo de manifiesto un crecimiento sustancial en sus producciones.
Precisamente la nación guaraní, que durante muchos años ha sido la cenicienta del cono sur latinoamericano, viene registrando desde hace por lo menos una década un notorio crecimiento en la producción, y en el último lustro a la vez su Producto Bruto Interno ha estado creciendo a tasas asiáticas, muy por encima de Uruguay, Argentina y Brasil, y no es porque sí, sino que ha estado generando condiciones para captar inversiones en diversidad de áreas.
Es así que nuestros vecinos cercanos se están perfilando como una muy buena posibilidad para las inversiones regionales por su baja carga tributaria y beneficios fiscales, al punto que en ese país el impuesto a las ganancias empresariales es del 10 por ciento.
Precisamente algunas industrias de la región, radicadas principalmente en Argentina y Brasil, ya están observando a la nación guaraní como una posibilidad de inversión y de negocios, teniendo en cuenta que Paraguay registra un crecimiento de la economía anual por encima de la media regional, estabilidad monetaria y fiscal, bajas cargas tributarias e incluso poco peso de los sindicatos en las relaciones laborales.
El estudio Ferrere, de Montevideo, organizó recientemente en esta ciudad una ronda informativa y de intercambio de ideas respecto a la posibilidades que ofrece la inversión en Paraguay, con la presencia de empresarios uruguayos que llevan adelante proyectos en ese país.
Carlos Vasconcellos, socio de Ferrere en Paraguay, destacó la cantidad de suelo paraguayo que es propiedad de uruguayos, llegando a una superficie de prácticamente dos millones de hectáreas, alentado por tierras de buena calidad, bajos impuestos y muy buenas perspectivas de rentabilidad.
Estableciendo comparaciones, destacó que mientras en Uruguay el IVA es del 22 por ciento, en Paraguay este tributo es de solo el 10 por ciento, y en el caso de las ganancias empresariales, el tributo es del mismo nivel, en tanto en Uruguay el Impuesto a la Renta de las Actividades Agropecuarias (IRAE) es del 25 por ciento.
A ello se agregan incentivos como la exoneración de tributos para algunos sectores y cuenta además con una muy buena disponibilidad de energía, al punto que exporta electricidad, lo que ha sido determinante para que se radicaran varias empresas brasileñas favorecidas por beneficiosos costos energéticos, a lo que se agrega una situación macroeconómica de alto crecimiento.
Es así que para este año el Banco Central del Paraguay estimó una expansión de su economía del 13 por ciento y el Fondo Monetario Internacional la coloca en el 11 por ciento, muy por encima de la media de crecimiento regional.
Por supuesto, más allá del panorama prometedor para las inversiones, debe tenerse presente que no es oro todo lo que reluce, y que a estas características favorables Paraguay opone una realidad socioeconómica todavía muy comprometida, con fuertes desigualdades de ingresos, que reafirman este esquema problemático desde el punto de vista social y carencias marcadas en infraestructura.
Pero sin dudas el resultar atractivo para las inversiones y el ritmo de crecimiento que se ha generado, es el factor revulsivo que se necesita para crear riqueza y hacer que ésta se derrame sobre el país y la población, tendiendo a nivelar desigualdades, con una participación del Estado en la que éste obre como catalizador y generador de condiciones para hacer que la distribución de esta riqueza alcance a sectores que hasta ahora han sido marginados.
Es un escenario que se presenta por lo menos prometedor para nuestros hermanos paraguayos, lo que mucho nos alegra teniendo en cuenta las vicisitudes que históricamente ha atravesado esta nación, pero también debe contribuir a poner una nota de atención en otros gobiernos de la región respecto a como deben hacerse las cosas para atraer y no correr a los inversores, como se ha hecho por ejemplo en la Argentina, donde el afán recaudador ha expulsado a productores que han decidido invertir en Uruguay y ahora lo están haciendo con más énfasis en Paraguay.
Es que resulta suicida asfixiar los emprendimientos de riesgo, que son los generadores genuinos de riqueza y condición sine qua non para mejorar la calidad de vida de los pueblos.
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