Paysandú, Martes 27 de Agosto de 2013
Opinion | 20 Ago El tramado social, la realidad socioeconómica, los valores que se cultivan en una sociedad, evidentemente cambian con los años, en base a una serie de parámetros que se manifiestan gradualmente, a partir de nuevas costumbres, de consecuentes cambios en la legislación para reflejar las realidades cambiantes, que hacen que la estructura social de hoy sea radicalmente distinta a la de hace medio siglo, un período que sin embargo es muy corto en la escala de la historia de la humanidad.
Estos cambios fundamentalmente se han registrado y se reflejan en el núcleo familiar, e incluso muchas veces a partir de la célula familiar es que se promueven y se expanden valores notoriamente distintos a los de hace hasta pocas décadas, los que se manifiestan en situaciones que hasta no hace muchos años eran catalogadas como una rareza y algo indeseable.
Los hogares monoparentales, es decir con hijos a cargo de uno solo de los padres --generalmente la madre-- es una de las manifestaciones de este escenario cambiante, en una relación causa-efecto muy compleja, tanto desde el punto de vista social como de la situación económica del núcleo familiar y la forma en que se educa a los hijos, además de cómo se insertan éstos en la sociedad.
Actualmente, en nuestro país casi el 40 por ciento de los niños no vive con al menos uno de sus padres biológicos, y es así que desde 2006 a la fecha, el porcentaje de hijos que vive con ambos padres disminuyó, especialmente en las familias que tienen los niveles más bajos de ingresos, y esa situación a la vez guarda relación con los niveles académicos.
Según surge del estudio “Estructura Familiar y Rendimiento Académico”, realizado por los economistas Marianne Bernatsky y Alejandro Cid, del Centro de Economía Aplicada de la Universidad de Montevideo, el porcentaje de hijos que vive con ambos padres ha descendido sistemáticamente desde 2006 y esa situación se da mayormente en hogares cuyos integrantes tienen menos años de educación, en tanto en 2006 el 66 por ciento vivía con ambos padres.
El clima educativo en el hogar se define como el promedio de años de educación de las personas de 21 o más años. Y para aquellos hogares compuestos por menores de 21 años, se les computa el máximo de años de educación del hogar.
Por supuesto, estamos ante parámetros de medición que son de carácter estadístico, con las variables posibles que son inherentes a cada situación familiar y personal, pero sin dudas hay factores que obran como común denominador en cuanto a causas y efectos que inciden para que pueda manejarse con muy buen asidero algunos elementos detonantes y causantes de este nuevo escenario socioeconómico.
Por ejemplo, estadísticamente se indica que solo en aquellos hogares cuyo clima educativo es superior a los 13 años, se mantiene relativamente constante el porcentaje de hijos que vive con ambos padres biológicos y en los de menos de 13 años educativos, el porcentaje de hijos que viven con ambos padres disminuye constantemente desde 2006.
De acuerdo a lo manifestado por el economista Cid a El Observador, “en definitiva, menor clima educativo en el hogar está asociado a menor porcentaje de hijos que viven con ambos padres biológicos”. Pero sería un simplismo atribuir a esta única causa este fenómeno, desde que también conlleva determinados elementos como estabilidad económica y mayores ingresos que contribuyen a evitar un deterioro precoz del clima en la pareja, un aspecto nada desdeñable en cuanto a insatisfacción en la relación.
El estudio indica en este sentido que en el 20 por ciento más pobre de la población se concentra el mayor porcentaje de hijos que no vive con ambos padres biológicos, lo que ha venido aumentando desde 2006, y de acuerdo a este análisis técnico y estadístico “los niños que viven con ambos padres biológicos tienen un menor atraso educativo que aquellos niños que no viven con ambos padres, y la diferencia se acentúa en los jóvenes adolescentes en mayor medida que en los niños en edad escolar”.
Sin dudas que hay aspectos traumáticos y de dificultad de procesamiento de la situación familiar que incide en los resultados educativos, pero seguramente tampoco puede establecerse una relación meramente lineal entre causa-efecto, por cuanto la problemática es mucho más compleja que considerar el nivel educativo de los padres y la confirmación de un hogar tipo.
Sin embargo, como el término empleado en medicina, es un factor de alto riesgo y coadyuva por lo tanto a este desempeño problemático en el paso por las aulas, lo que indica que forma parte del esquema de causas y como tal debe evaluarse, como ingrediente de trabajo para analizar respuestas a tono, desde que esta realidad social lejos de revertirse, tiende a acentuarse.
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