Paysandú, Miércoles 28 de Agosto de 2013
Opinion | 22 Ago Hace pocas horas, la guerrilla de las FARC reconoció por primera vez su cuota de responsabilidad en los miles de muertos registrados en el conflicto armado de casi medio siglo en Colombia y propuso avanzar con “lealtad” en el tema de la reparación en las negociaciones de paz.
Las FARC hicieron este reconocimiento casi un mes después de que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, admitiera por primera vez la responsabilidad del Estado en “graves violaciones” a los derechos humanos en el marco del conflicto, que ha dejado unos 600.000 muertos y más de tres millones de desplazados.
“Sin duda, también ha habido crudeza y dolor provocados desde nuestras filas”, dijo la guerrilla en un comunicado leído a la prensa por Pablo Catatumbo, integrante de la delegación que negocia la paz con el gobierno de Santos en La Habana desde el 19 de noviembre de 2012.
“Las FARC... son conscientes de que a la fecha no hay vencedores ni vencidos”, expresó Catatumbo. “Así y todo, debemos reconocer la necesidad de aproximar el tema de víctimas, su identificación y su reparación con total lealtad a la causa de la paz y la reconciliación”, agregó el dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La reparación de las víctimas es uno de los puntos todavía no abordados de la agenda de conversaciones, junto con el abandono de las armas y las drogas ilícitas, y debe tenerse en cuenta que las FARC, creadas en 1964, es considerada --aunque esto es discutible-- la guerrilla más antigua de América Latina y la mayor de Colombia, que tiene unos 8.000 combatientes.
Pero las FARC, el propio Ejército de Liberación Nacional, como otros grupos guerrilleros en América Latina --incluyendo Sendero Luminoso en Perú, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros en Argentina, como los tupamaros en Uruguay--, no fueron resultado de alzamientos populares, sino que por el contrario, fueron movimientos de élite intelectual, inspirados y promovidos por la revolución cubana, desde que Fidel Castro había tomado el poder en la isla en 1959, derrocando al dictador Fulgencio Batista.
Castro estuvo a la cabeza de un alzamiento genuino, en las sierras de Cuba, contra un gobierno dictatorial, pero las réplicas que se crearon en América Latina fueron por común denominador un movimiento de iluminados que quisieron trasplantarlo a sus propios países, alzándose contra gobiernos democráticos para imponer por la fuerza de las armas un régimen socialista similar al cubano.
Como es el caso de todos estos movimientos mesiánicos, nunca les importó absolutamente nada la opinión del pueblo, que no los acompañó y les dio la espalda, como le ocurrió al Che Guevara en Bolivia, que más allá del mito promovido por la izquierda internacional en torno a su figura y la historia relatada por partes interesadas nunca tuvo respaldo del pueblo boliviano. Y este fue precisamente el mismo escenario que se dio en los otros países en los que la guerrilla intentó hacerse del poder a sangre y fuego.
En el caso de los movimientos urbanos, en países como Uruguay, estos grupos fueron derrotados al cabo de poco tiempo, pero en territorios selváticos y montañosos, con una geografía que permite que se pueda buscar refugio y ocultarse, e incluso traspasando fronteras, algunos grupos han podido sobrevivir, aunque por supuesto sin ningún respaldo popular, mucho menos aún que el que mínimamente pudieron haber tenido en sus inicios, con reivindicaciones panfletarias para captar incautos.
Con el paso de los años, y más aún con la debacle del socialismo real y el fracaso de la revolución cubana, las guerrillas quedaron huérfanas del cada vez más escaso apoyo internacional que pudieron haber tenido, y solo han subsistido porque han encontrado un medio de vida a través del narcotráfico, el secuestro y la extorsión, como ocurre en las FARC, perdiendo lo poco de la aureola romántica que muy pocos desprevenidos ya podían darle, solo por no dar el brazo a torcer.
Peor aún, la violencia guerrillera, el caos y el temor generado por las muertes, secuestros, atentados, explosiones, fue factor fundamental para dar luz verde a la injerencia militar y la toma del poder por fuerzas armadas que surgieron como salvadoras y restablecedoras del orden quebrado por la lucha de los subversivos.
En lo que refiere a Colombia, específicamente, las FARC han quedado aisladas de todo eventual respaldo internacional y desde hace muchos años han quedado en evidencia ante la opinión pública internacional como lo que son: delincuentes comunes, disfrazados de luchadores por la libertad, que medran con el tráfico de drogas y los secuestros para hacerse de dinero, y tratar de mantener en alto banderas y simbolismos en los que ya no creen ni los más despistados.
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