Paysandú, Domingo 01 de Septiembre de 2013
Opinion | 29 Ago Los serios problemas de competitividad del país, que enfrentan sobre todo los sectores que vuelcan su producción al comercio exterior --fundamentalmente los que incorporan valor agregado a los productos primarios-- se ven de alguna forma paliados actualmente por la suba de más del diez por ciento del dólar en nuestro mercado en pocas semanas.
Debe tenerse presente que no se trata de una problemática sencilla, desde que la relación cambiaria es uno de los parámetros inherentes a la economía, especialmente en un país como el Uruguay, altamente dependiente del exterior, y a la vez es altamente dolarizado tanto en lo que refiere a las cotizaciones para determinar valores constantes como así también para el consumidor y los operadores económicos, que tradicionalmente han tenido a la divisa norteamericana como una fuente de respaldo y refugio ante los avatares de la economía.
La apreciación de nuestra moneda, como es notorio, le sirve al consumidor, porque determina un abaratamiento de productos importados y pone a su disposición bienes que en otras coyunturas no son fáciles de adquirir, y por otro lado también se utiliza como ancla para la inflación, porque el mercado local es altamente sensible al valor del dólar, y el aumento de la divisa norteamericana tradicionalmente repercute inmediatamente en un alza de los precios internos.
Pero ahora estamos en un ciclo de signo contrario, y si bien en el año la devaluación del peso es de casi el 14 por ciento, el gobierno no tiene pensado tomar una medida similar a la de Brasil, que es vender dólares para evitar una mayor suba de la moneda estadounidense, dijeron a El País fuentes del Ministerio de Economía.
El profesor de la Universidad de Columbia (EE.UU.) y execonomista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Guillermo Calvo, dijo en las últimas horas en un foro organizado por el BCU que la medida de Brasil tiene varias “fuentes de debilidad”.
Por su lado el presidente del Banco Central, Mario Bergara, indicó que así como se intervino para que el tipo de cambio no se desplomara más, “eventualmente podrá haber algún límite si hay un proceso devaluatorio fuerte, pero por el momento lo que se ve son movimientos de flexibilidad cambiaria”. La misma está permitiendo que el dólar “se mueva de manera muy similar” que en otras economías latinoamericanas, agregó.
“Está dándose en rangos que la gente percibe con naturalidad, con serenidad. No creemos que esté generando ningún susto, ningún miedo en absoluto”, indicó Bergara.
De todos modos, advirtió que “es un proceso que hay que mirar con atención, sobre todo para ver que Uruguay esté en esta ola general que afecta a todos los países emergentes y no nos despeguemos de eso”.
Con todo, se mira de reojo hacia Brasil, para ver qué pasa con el proceso de depreciación controlada de la moneda brasileña, porque lo que ocurra en el vecino país repercute en la región y sobre todo en Uruguay, que lo tiene como primer socio comercial.
Hasta ahora evidentemente los operadores han respondido con cautela a la valorización y sucesivos altibajos de la divisa norteamericana, pero naturalmente, en nuestra economía, se están notando ya los primeros efectos de la suba cambiaria con un incipiente repunte inflacionario que es indisoluble del movimiento del dólar.
Por lo tanto, pese a la mejora directa en la competitividad porque rinden más los dólares convertidos a pesos, a la vez se desata un aumento en los costos internos que no solo tiende a corroer la mejora para los exportadores y los que compiten con productos importados, sino que se encarece el costo de vida y se generan reajustes en la economía que hacen que nunca el margen de mejora sea neto para los exportadores. Por otra parte, un incremento de la inflación por encima de lo previsto socavaría el salario de los trabajadores, que en los últimos meses fueron reajustados tras arduas negociaciones en los Consejos de Salarios en función de la paramétrica que proporcionaba el propio Banco Central, pero que seguramente no se cumplirá.
El punto es que se dejó llegar las cosas a niveles que luego cuesta corregir, sobre todo porque lo que se da por un lado se saca por otro, y las necesidades fiscales del Estado para atender el gasto y costos fijos, hacen que se busquen recursos de todos lados para atender necesidades reales y las que se crean por distintos reclamos que tratan de aprovechar la ocasión.
Pero los tientos salen siempre del mismo cuero, es decir de los sectores que crean la riqueza, a los que se impone una y otra vez mayores costos. Ello da la pauta de que la alternativa real a este delicado juego de la relación cambiaria y costos pasa por atender factores que no solo tienen que ver con el valor del dólar y costos internos, sino en cuanto y cómo se gasta por el Estado, que es el que detrae recursos de los sectores reales de la economía.
Toda corrección que se haga en otros parámetros resultará por lo tanto insuficiente, precaria y sin sustento real, si a la vez desde el gobierno no se deja de tratar de apelar a “rascar el tarro” para seguir quemando recursos, pese a varios años de crecimiento económico y haberse gastado toda la recaudación adicional.
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