Paysandú, Lunes 09 de Septiembre de 2013
Opinion | 03 Sep A propósito de la seguidilla de paros docentes que se han registrado en la enseñanza, sobre todo en Secundaria, el Consejo Directivo Central de la Enseñanza (Codicen), resolvió suspender las vacaciones de setiembre, con la expectativa de que este período sirva para la recuperación de horas de clase, por lo menos parcialmente, desde que hay situaciones dísimiles entre centros docentes e incluso respecto a la situación que se dio en Montevideo e Interior.
Esta decisión de las autoridades de la educación, que naturalmente es bien vista por el ciudadano común, en cambio ha dado lugar a un contundente rechazo en el cuerpo docente y también en algunos estudiantes, que han considerado que se los perjudica al suspenderse el período de asueto de primavera.
De los docentes, naturalmente, no cabía esperar otra cosa a esta altura, por cuanto consideran que estas medidas de lucha por causas “justas” los ubica por encima del bien y del mal, y que la culpa es de las autoridades del sector y del sistema político, porque no ceden ante sus reclamos.
Por supuesto, los verdaderos perjudicados han sido los estudiantes, que han dejado de concurrir a clases por falta de profesores, agravándose así un panorama de avanzado deterioro en la calidad de la educación secundaria, desdibujamiento de prioridades y frustración entre quienes concurren a las aulas a capacitarse para los desafíos que presenta la vida.
Pero, en los últimos días, y a medida que se iba concluyendo que no iba a haber marcha atrás del Codicen en cuanto a la recuperación de horas mediante la suspensión de las vacaciones de primavera, ha ido creciendo una movilización estudiantil convocada a través de las redes sociales, con una adhesión manifestada de más de 23.400 jóvenes en Facebook.
Igualmente, de los estudiantes que adhirieron a la convocatoria lanzada por este medio en Montevideo, se presentaron solo unos 150 que se sentaron en la escalinata del Palacio Legislativo que da a la avenida Libertador, exhibiendo carteles reivindicativos de las vacaciones perdidas.
La protesta no quedó en esta manifestación frustrada con escasos participantes, sino que también se registraron paros de alumnos en varios liceos, y de esta forma se ha perdido por lo menos un día más de clases, de los –a lo sumo-- tres que se recuperarían por la suspensión de las vacaciones de este mes. Ocurre que no están en juego valores intrascendentes, sino que de la educación y la capacitación de nuestros jóvenes depende el futuro del país, pero lamentablemente sigue acumulándose déficit en su formación por una diversidad de causas, y situaciones como las descriptas explican por lo menos parcialmente las razones del descaecimiento de la enseñanza en forma sostenida.
Por lo pronto, los docentes, los principales responsables de la formación estudiantil, han reafirmado a través de sus movilizaciones y suspensión de clases por paros, que les importa poco y nada el cumplir con su misión de educadores y formadores, sino que por el contrario, los sindicatos que los nuclean no pierden ocasión de demostrar que solo persiguen reivindicaciones de carácter económico - ideológico, y que poco y nada les interesa la profesión.
A su vez algunos jóvenes, con actitudes como las señaladas --felizmente serían una minoría-- encuentran del caso reivindicar vacaciones en lugar de reclamar por mejores condiciones para instruirse, que a esta altura de su vida es lo único que tienen que hacer. Pero sin dudas que en la escala de valores con que se que actúa en los últimos tiempos en nuestra sociedad, la formación para capacitarse está lejos de ser un tema prioritario, y ello explica el pobrísimo nivel de nuestra enseñanza, y los altos porcentajes de repetición y deserción.
Por cierto que en un país en serio, como debería ser, la movilización estudiantil debería estar orientada a reclamar más días de clase, a la motivación para contar con cuerpos de profesores que en lugar de faltar reiteradamente y dejar mucho que desear en su formación se ocupen realmente del leit motiv de su profesión, que son los estudiantes, en salir mejor preparados para un mundo laboral en el que será muy difícil escalar sin conocimiento, entre otros aspectos. Es cierto, tal vez sea mucho pedir y estemos dejándonos llevar en el tema por nuestra visión de adultos, pero como parte interesada en que al país le vaya bien, en su futuro y en el de su gente, no podemos sustraernos a creer que con un poco más de compromiso y responsabilidad las pocas podrían darse de otra manera.
Aunque lamentablemente estos no son valores bien cotizados en estos tiempos del todo vale, de reivindicaciones al por mayor de derechos pero sin que importen los deberes.
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