Paysandú, Martes 10 de Septiembre de 2013

OPINIÓN

CHILE A LOS 40 ¿Un golpe militar exitoso?

Locales | 08 Sep (Por Horacio R. Brum)
En muchos aspectos, Chile llega a los 40 años del golpe del 11 de setiembre de 1973 con un progreso que ni siquiera pudo haber imaginado Salvador Allende, cuyo proyecto de un país socialista fue derrumbado brutalmente por los militares.
De hecho, el crecimiento económico, urbanístico y de infraestructura de los últimos veinte años ha sido explosivo, así como el aumento del acceso de la población a las tecnologías más avanzadas de la comunicación y la información. Este es un país que está a la cabeza de América Latina en el uso de Internet y en la cantidad de teléfonos celulares y computadoras por habitante, y esos equipos se pueden obtener a precios incluso más bajos que en el mundo desarrollado.
En transportes, el ferrocarril subterráneo de Santiago, el Metro, es el mejor de la región en términos de eficiencia y seguridad; prácticamente todo el territorio está conectado por vía aérea y grandes flotas de ómnibus modernos llegan hasta el pueblo más pequeño, por una red de carreteras en permanente expansión. Además, el ferrocarril de superficie administrado por el Estado --al igual que el Metro-- ha iniciado un plan de desarrollo que llevará varias líneas a los estándares de velocidad y seguridad europeos.
A pesar de las crisis internacionales de los últimos años, la economía mantuvo en 2012 un crecimiento saludable; según la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el mismo llegará a 5,5% en 2013, con lo cual Chile es el tercer país con mayor crecimiento, luego de Panamá y Perú. Por otra parte, la nota de clasificación de riesgo para inversiones está en niveles comparables a los de Japón o Corea del Sur.
En el plano individual, los chilenos parecen poder adquirir todos los bienes materiales de la sociedad de consumo y cada vez que un ciudadano común y corriente abre su billetera, afloran numerosas tarjetas de crédito o de crédito en las tiendas.
Con un sueldo mínimo de alrededor de 400 dólares, se abren las puertas del crédito comercial y sea por los bancos o por los planes del gobierno, es relativamente fácil obtener préstamos para la vivienda.
Y sin embargo...
En las encuestas, la gran mayoría de los habitantes del país se declara conforme con el modelo económico, pero desde mediados de la década pasada vienen creciendo las protestas y manifestaciones de descontento popular, cuya expresión más conocida internacionalmente han sido las movilizaciones estudiantiles.
Con su exigencia de la gratuidad de la enseñanza, los estudiantes han puesto el dedo en la llaga del éxito del modelo chileno, porque en esta sociedad todo es un negocio, desde la educación, por la que incluso se paga en el sistema estatal, hasta la salud y la muerte misma, con más cementerios privados que públicos.
Si bien la pobreza en el país ha disminuido notablemente desde 1987, cuando un 45,1% de la población se encontraba en esa situación, hasta alrededor del 15% en la actualidad, un estudio de la Cepal de 2012 expresa que Chile se encuentra entre los países con mayor desigualdad en América Latina: el 10% de las personas de mayores ingresos absorbe el 40% de la riqueza del país, mientras que el 40% de quienes poseen los menores ingresos deben dividirse el 12%.
En términos de dinero, los que ganan mensualmente más de 6.000 dólares se reparten el 40% de la “torta” del ingreso nacional. En tanto que aquellos que reciben menos de 600 dólares al mes, se llevan sólo el 12% de lo producido por la economía. Así, Chile junto a Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras, Paraguay y República Dominicana, está entre los países que presentan mayor concentración de la riqueza, dentro de la región latinoamericana.
El índice de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, con 0 de igualdad absoluta y 1 de desigualdad total, se mantiene desde el año 1990, cuando regresó la democracia, alrededor del 0,52, mientras que Uruguay lo ha disminuido consistentemente y hoy está en 0,38. De una lista de 160 países Chile ocupa el lugar 141 con su coeficiente de Gini.
El correlato de la desigualdad económica se da en muchos aspectos de la estructura social y provoca otra lectura de las cifras positivas que se ven desde el extranjero. En la educación, por ejemplo, hay alrededor de un millón de estudiantes universitarios, pero las estadísticas indican que menos de la cuarta parte llegará a recibirse. Con pagos mensuales de 500 dólares hacia arriba, la alternativa de muchos es endeudarse a plazos que llegan a 20 años, o abandonar la carrera. Casi la mitad de los adultos no ha terminado la secundaria, por lo que deben conformarse con salarios más bajos que si tuvieran sus estudios completos, y esto a su vez es uno de los factores para la abundancia de mano de obra barata.
Las tasas más altas de Latinoamérica de enfermedades psiquiátricas, la depresión en primer lugar; el alcoholismo y el tabaquismo como problemas nacionales, con pérdidas de productividad de hasta 500 millones de dólares anuales por el consumo de alcohol y la cifra de jóvenes fumadores más alta del mundo, o la altísima violencia intrafamiliar, pintan otra cara del modelo de éxito económico que se comenzó a imponer bajo la dictadura, cuando no podía ser discutido. La intranquilidad social de los últimos años aparentemente no ha alcanzado para que la ciudadanía ponga todos sus problemas en un contexto general y reclame cambios de fondo.
En una investigación sobre el tema del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se afirma que los chilenos “la mayoría de las veces realizan ajustes y adaptaciones en el marco de sus condiciones de existencia, pero no acometen acciones sustantivas para transformarlas”. El sociólogo Felipe Portales, autor de “Los mitos de la democracia en Chile”, fue más drástico en su análisis para EL TELEGRAFO: “La ciudadanía se acostumbró al modelo de alguna manera o se resignó a que no tenía posibilidad de cambiarlo y decidió aprovechar lo que le podía dar. Así el ciudadano se convierte en un deudor consumista y eso consolida el modelo porque el individuo con cualquier problema en el trabajo tiene una catástrofe y ello lo hace más dócil, sumiso y menos contestatario”.


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