Paysandú, Jueves 12 de Septiembre de 2013
Opinion | 10 Sep Mal de muchos consuelo de tontos, dice acertadamente el refrán, pero ello no quita que cuando a uno le va mal y a otros también les pasa lo mismo, al fin de cuentas se puede evaluar que algo en común y difícil de evitar debe haber para que las circunstancias se den de esta forma en tantos casos, y un encogimiento de hombros es a menudo la respuesta.
Recientemente dábamos cuenta de la caída severa que ha registrado el Uruguay en materia de competitividad, es decir en el precio de los bienes y servicios que produce comparados con el resto del mundo, desde que en los últimos años el registro indica que nuestro país viene cayendo sistemáticamente en este ranking.
El nuevo ranking de competitividad del Foro Económico Mundial confirma precisamente que el problema no es solo de Uruguay, sino que prácticamente toda América Latina viene cayendo porque pierde terreno en la economía global, sin adoptar medidas simples para poder evitarlo, que tienen como contrapartida naturalmente algún costo político para los partidos que están en el poder.
El estudio de la competitividad mide exhaustivamente la capacidad de competir internacionalmente de cada país, y evalúa entre otras cosas las instituciones, la infraestructura, el clima empresarial, la educación, la preparación tecnológica y la innovación de cada uno de los países.
Como el año pasado, Suiza encabeza la lista de 148 países analizados, seguida de Singapur, Finlandia, Alemania, Estados Unidos, Suecia, Hong Kong, Holanda, Japón e Inglaterra.
El país latinoamericano que ocupa el puesto más alto en el ranking es Chile, en el puesto 34, y le siguen Panamá, (40), Barbados (47), Costa Rica (54) México (55), Brasil (56), en tanto Perú se ubica en el puesto 61, Colombia en el 69, Ecuador en el 71, Uruguay en el 85, Guatemala en el 86, El Salvador en el 97, Bolivia en el 98, Nicaragua en el 99 y Argentina en el 104, mientras que Venezuela ha descendido al 134 y Haití al 143.
El puesto poco alentador de Uruguay es reflejo de una caída sistemática de la competitividad, no de las empresas en particular sino del país en general, aunque estamos algo mejor que la Argentina, que no es precisamente un buen espejo para mirarse. Pero a la vez la tendencia a la baja no es patrimonio de Uruguay, al fin de cuentas, sino que toda la región presenta esta caída.
Y el propio informe señala que tras una década de constante avance debido al alto precio de las materias primas y a sólidas políticas macroeconómicas, los últimos datos revelan que la mayoría de los países de la región “sufren un estancamiento en su desempeño competitivo”, por lo que considera que se necesita “una acción urgente”, incluyendo mejorar el funcionamiento de las instituciones y la calidad de la educación, la tecnología y la innovación, pero para ello se requeriría “una serie de reformas pendientes que se han postergado repetidamente”.
El punto es que durante una década la región vivió una coyuntura económica favorable gracias a los altos precios de las materias primas y se recibieron ingresos muy por encima del promedio de los últimos años, por lo que el desafío planteado para los respectivos gobiernos era hacer el mejor uso posible de estos ingresos extra, determinando prioridades en el gasto en base a objetivos de corto, mediano y largo plazo.
Precisamente, los países que priorizaron objetivos a mediano y largo plazo son los que ya están recogiendo el fruto de una identificación criteriosa de los destinos del dinero, en tanto los que pensaron solo en el presente, y se centraron en atender urgencias y problemas solo en base a volcar dinero sin retorno, pagan en el corto plazo las consecuencias de no ser previsores.
Es decir que si no se utilizó buena parte de esos recursos en infraestructura, en la innovación, en mejorar la logística, la educación, la calidad y funcionamiento de las instituciones, solo se vivió el momento, y se postergaron las inversiones que aseguraran un crecimiento con base firme para un desarrollo sustentable, incluyendo entre ellas las condiciones para mejorar la competitividad.
Ahora será cada vez más difícil hacer lo que se necesita para seguir produciendo a valores competitivos en el mercado internacional, ya sea construir carreteras para sacar la producción, dragar los ríos, o reducir el gasto público para poder quitarle el peso del estado a las empresas.
Las naciones que como Uruguay, Argentina, Venezuela, no hicieron bien los deberes en este sentido, aún con marcadas diferencias en sus políticas. Las razones no son más que las decisiones políticas que se tomaron hasta ahora, así como las prioridades que se le asignó al gasto. Por supuesto que muchos creen que se hizo lo que se debía hacer, por mil razones, pero en los hechos, la única forma de sostener lo que se logró hasta ahora es produciendo. Y cada vez cuesta más hacerlo.
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