Opinion | 11 Sep Más allá de estos días ciertamente tórridos para el invierno que marca el almanaque, que terminarán seguramente con tormentas y lluvias antes del fin de semana tal y como sostienen los pronósticos de las operadoras privadas de meteorología, la temporada estival no está para nada lejos. Por el contrario, aparece prácticamente a la vuelta de la esquina.
Paysandú, como ciudad, dista bastante de ser esa ciudad de servicios turísticos que tanto soñamos, quizás -como se ha expresado ya otras veces- por su poderío industrial (parte del cual se ha perdido) y por la presencia de servicios industriales especializados de primer nivel para la región. Esa podría ser una de las razones por las cuales los emprendimientos turísticos no han tenido el impulso que podrían.
Más allá del turismo histórico que Paysandú puede ofrecer, y no solamente a partir de su carácter de “heroica” sino también --por ejemplo-- por ser el hogar de Los Iracundos, de Aníbal Sampayo, de Carlos Estefanell y tantos y tantos otros grandes nombres de la cultura y el deporte, es tiempo que se profundice en su costa, en su río, en sus playas.
Lo último fue el Grupo Dinamizador de la Costa, pero por diversas razones se cargó de buenas intenciones que luego no fue posible llevarlas a la práctica. Hoy ni siquiera este grupo de sanduceros está pensando en cómo enfrentar la temporada estival para incentivar la presencia de turistas, que --dicho sea de paso-- llegan por miles aquí enfrente, a Colón y adyacencias.
No se trata de depender de la Intendencia, pero tampoco de depender de los privados. Se trata de los unos y los otros. De que exista la necesaria coordinación desde la Intendencia, pero también que esta comprenda que es imprescindible invertir más allá de la limpieza de la zona, mejoramiento de iluminación y financiación de los salvavidas. Hay que llegar -por ejemplo- a financiar espectáculos que atraigan a esos turistas que tan cerca (y al mismo tiempo parece que tan lejos) están.
Y en el caso de los inversores privados, cuesta creer por qué en nuestras playas no se ofrecen servicios básicos como alquiler de bicicletas y motos de agua, o no se dan paseos en bote banana por el río Uruguay. Se trata, en todos los casos, de emprendimientos que no necesitan de una enorme cantidad de dinero. Por el contrario, son accesibles. Y seguramente serían exitosos. Servicio, la clave es el servicio. No alcanza con el paisaje, el agua del paterno o esos atardeceres de campeonato. El verano pronto llegará y con él nuevos desafíos pero también oportunidades. ¿Será este el año del despertar?