Paysandú, Viernes 13 de Septiembre de 2013

Combustibles y los costos internos

Opinion | 13 Sep No por haberse anunciado previamente que era inminente un reajuste en el precio de los combustibles, deja de sorprender ingratamente que la suba dispuesta por Ancap haya sido nada menos que de un diez por ciento, un nivel de aumento ya desacostumbrado, cuando el gobierno ha subrayado una y otra vez la necesidad de establecer procesos graduales de ajustes cuando es necesario.
Un diez por ciento, para una inflación anual de un dígito, del orden del ocho por ciento, es un valor significativo, e implica acelerar el movimiento de la polea de transmisión que se proyecta sobre todos los costos internos, aún de aquellas áreas que no utilizan directamente los combustibles de Ancap, por su efecto multiplicador en la economía.
No puede dudarse que seguramente en el equipo económico de gobierno se ha medido en toda su magnitud este paso, y en realidad desde hace tiempo el Ministerio de Economía y Finanzas ha venido reclamando al ente que ajustara los valores, porque se venía “perdiendo” ya unos veinte millones de dólares al mes, teniendo en cuenta los precios de referencia del crudo que han subido en el período y el alza del orden del 15 por ciento del dólar en pocos meses.
El Uruguay, como importador del cien por ciento del petróleo que consume, no puede sustraerse a los vaivenes internacionales del valor del crudo, que ha aumentado significativamente en cuanta crisis o conflicto se registre en el área del golfo, como es el caso actual. A ello se agrega la suba del dólar, tras haber estado “planchado” por mucho tiempo, lo que hacía presagiar el reajuste.
Es que el ente tiene un margen de maniobra muy acotado para evitarlo, por sus costos de producción inflados por ineficiencias crónicas, incluyendo el aspecto laboral, e ineficiencias de producción que se amparan en el monopolio para seguir trasladándolas a los consumidores, sin que éstos tengan posibilidades de evitarlas, salvo las compras fuera de fronteras que siguen dándose en zonas limítrofes.
Ahora, cuando la inflación se está reflejando ya en varios rubros, también con efecto multiplicador, por la suba del dólar, evidentemente el aumento de combustibles del diez por ciento significará un nuevo rebrote, que se reflejará consecuentemente en todas las áreas de la economía.
Una de las consecuencias, además de la pérdida de poder adquisitivo para el ciudadano común, será el incremento de costos para las empresas, incluyendo a las que deben competir con exportaciones en el mercado internacional y en el mercado interno con los productos similares que se importan.
Aquí está omnipresente como nunca el aspecto de la competitividad, ese que el ministro de Economía y Finanzas dijo que debía afrontarse con una mayor productividad por las empresas, como si éstas no pusieran todo su afán y desvelos, con suerte diversa, en tratar de abatir costos para poder subsistir, en tanto el Estado no ha dado el mismo paso para pesar menos sobre los sectores productivos, como hemos señalado en más de una oportunidad.
Precisamente, el titular de la Cámara de Industrias (CIU), Javier Carrau, expresó a El País que fue “exagerado un aumento de casi 10%, más aún en un combustible que ya era el más caro de toda la región. Con esos costos tenemos que competir”.
Para Carrau la medida tomada por el gobierno es un “golpe duro”, incluso cuando los industriales esperaban que el Poder Ejecutivo ofreciera al sector una serie de medidas paliativas para frenar la pérdida de competitividad que denuncian los empresarios.
Por su parte, el directivo de la Intergremial de Transporte Profesional de Cargas, Humberto Perrone, dijo que para un flete estándar el aumento de los combustibles significa un ajuste de las tarifas de entre 4 y 5%. “Es un aumento muy grande. De haber sido menor se podría buscar alguna alternativa, pero un 10% es un golpe grande”, manifestó.
El agro fue otro de los sectores que había mostrado su preocupación por el precio de los carburantes. El martes en una reunión con el presidente José Mujica, la directiva de la Asociación Rural (ARU) le transmitió al mandatario que los costos de las naftas eran elevados y por lo tanto no consideraban oportuno aplicar un aumento en este momento.
Esta experiencia demuestra una vez más que en economía no se puede engañar la realidad, por ejemplo fomentando una suba del valor del dólar para artificialmente crear competitividad en las empresas exportadoras, porque tarde o temprano las cosas vuelven a su cauce y lo que se ganó por una devaluación encubierta de la moneda nacional, se termina perdiendo por un aumento en la inflación. Y por supuesto, en el ínterin el que sufre es el pueblo.


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