Paysandú, Lunes 23 de Septiembre de 2013
Opinion | 20 Sep Como en cada setiembre, miles de personas marchan a caballo hacia la Meseta de Artigas en el marco de otro Encuentro con el Patriarca, una cabalgata que por un lado tiene un componente histórico, teniendo en cuenta la Meseta de Artigas, lugar único en el país, con una rica historia vinculada al prócer Artigas. Por otro lado, un componente de paseo y distracción para los participantes y otro de turismo en general, porque la concentración de miles de caballistas ciertamente despierta interés, el que se pone de manifiesto el domingo final, con miles de personas la propia Meseta de Artigas.
Y como en cada setiembre, surge la polémica de si quienes participan son realmente paisanos, gauchos o quienes viven en el campo, o citadinos que “se disfrazan” para participar de fiestas criollas.
Es una característica de los uruguayos en general y los sanduceros en particular la de dividir. No obstante, quienes participan deben destinar varios días, contar con un sistema logístico importante, y gastar dinero propio, en la medida que la organización no financia la participación de las sociedades nativistas. Pero así y todo surge primero la crítica.
Esta es una sociedad acostumbrada a dividirse por fútbol, partidos políticos y tantas otras cosas, que primero critica como si el resto fueran adversarios antes que compañeros de viaje.
El Encuentro con el Patriarca, lo mismo que las decenas de fiestas criollas similares que se desarrollan en todo el país, sirven para reafirmar la tradición nativista, lo que es tan importante como despertar el interés por el deporte, por el carnaval y sigue la lista.
En lugar de criticar lo que otros hacen, mejor sería animarse a participar, a recibir el sol o la lluvia en el rostro, a compartir un fogón, a dormir en una carpa; mejor sería ser parte y no simplemente criticón de vereda.
No importa si se vive en la ciudad o en el campo; esto es algo que trasciende el lugar de residencia, en la medida que se trata de un acontecimiento que a nivel nacional se convierte en noticia y que año a año reúne a más personas como participantes, tanto como asistentes.
Mientras en otros países todo lo que se ofrece es la vista de un campo con un monolito, y se explica la historia de tal o cual batalla, aquí la historia es viva y palpable; aquí la historia grande se une a la cotidiana anécdota de cada jornada a caballo. Es honrar al prócer, pero es también afrontar desafíos personales y grupales. La historia se sigue haciendo a caballo, aunque esta --como aquella de Artigas-- no esté exenta de críticas.
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