OPINIÓN

Locales | 22 Sep Por el diario EL TELEGRAFO correspondiente a la fecha 26 de agosto de 2013 me informé en la nota policial, lo llevado a conocimiento del público de un hecho delictivo indignante, a la vez causante de preocupación por lo repetido. Una vaca lechera perteneciente a una señora de escasos recursos económicos fue robada y carneada, por lo cual queda claro que ese flagelo que hace algunos años azota a la gente trabajadora pobre es más difícil de combatir que la gripe. Los abigeos, individuos carentes de todo sentido humano, se mantienen ocultos en sus cuevas de ratas existentes en los asentamientos, barrios P3 o Curupí, y salen de sus guaridas por la noche a apoderarse y destruir sin consideración lo que esté al alcance de sus manos y su maldad, ocasionando la angustia de los padres de familias al encontrarse con el fruto de su trabajo destruido y el llanto de los niños al levantarse por la mañana y ver su apreciada mascota mutilada, a veces muerta, a veces con vida.
Los malvivientes tienen éxito porque están organizados, actúan en grupos y tienen la seguridad que sus víctimas no están preparadas con armas para hacerles frente: las armas “están prohibidas por la ley”.
Hace algún tiempo el propietario de una vaca, al notar que la robaban salió en persecución de los ladrones y mientras marchaba por lugares que no conocía mucho se vio rodeado por varios hombres, alguna mujer y dos mastines agresivos.
En esa oportunidad el arriesgado hombre que tuvo la audacia de salir en persecución de los delincuentes hirió a uno, aunque no de muerte, y salvó su pellejo gracias a la ligereza de sus piernas; pero le valió tal audacia, en un año de cárcel. Se supo después que los delincuentes anduvieron vendiendo carne barata de la lechera sacrificada en un carrito tirado por una moto.
Cuando nos enteramos de un hecho delictivo y el resultado final: la frase exasperante que surge es “fue puesto en libertad”. Los trabajadores sin recursos económicos que tenemos familia nos sentimos tan derrotados que sentimos deseo de irnos a Marte.Ñapindá