Paysandú, Miércoles 02 de Octubre de 2013
Opinion | 27 Sep Puede sorprender que el presidente uruguayo José Mujica se haya entrevistado con el patriarca de los Rockefeller, David, a quien en sus tiempos mozos supo denostar por considerarlo un representante de la peor oligarquía yanqui. También que haya conversado amenamente con George Soros, uno de esos magnates acusados de provocar crisis mundiales y la bancarrota de millones de personas, y es accionista de Monsanto, empresa a la cual los grupos ecologistas señalan como culpable de querer envenenar al mundo con semillas transgénicas.
Quizás sea una sorpresa que el otrora sedicioso que quiso cambiar el mundo y hacer que los que menos tenían fueran felices con un apropiado reparto de riqueza haya llegado como si nada al centro de poder del mundo, y no solamente haya hablado en la ONU como lo hace habitualmente en sus audiciones de AM 24, sino que se haya hecho tiempo para conversar mano a mano con representantes de lo que él combatió durante buena parte de su vida.
No obstante, eso es una nimiedad comparado con el hecho de que ambos magnates hicieron hincapié en el proyecto de legalización de la producción y venta de marihuana, destacando alegremente que sería un primer “laboratorio” del mundo. De hecho Soros, a través de la Open Society Foundation, habría destinado dinero para que en Uruguay se promueva el proyecto del gobierno. Esto es, parte de la promoción que diversas organizaciones han realizado sobre la conveniencia de producir y vender marihuana, habría sido financiada desde el exterior, por Soros.
Es cierto que este es un mundo globalizado. Nadie lo puede discutir. Pero igualmente cuesta comprender cómo un viejo luchador de armas portar puede hoy conversar animadamente con quienes no hace tanto representaban lo peor de la sociedad capitalista. Hoy casi pueden ser considerados compañeros de ruta. Al menos en la marihuana.
Que se legalice la producción y consumo de marihuana es sin dudas un asunto nacional. Y ciertamente no hay consenso entre los uruguayos, como suele suceder también con muchos otros temas. Por eso mismo, causa primero sorpresa y luego rechazo que desde el exterior --tengan el dinero que tengan-- se pretenda generar un laboratorio en el que experimentar. Si la legalización de la marihuana sale bien, será de beneficio para la humanidad, según Soros a través de Mujica. Ahora, si sale mal, que Dios ayude a Uruguay, porque ciertamente ni Soros ni Mujica estarán disponibles.
Lo que tantas veces se criticó a los partidos tradicionales, el actual gobierno lo hace sin ruborizarse, y a escala astronómica. Y peor aún, en el nombre de un riesgoso experimento viola tratados históricos. Para colmo, esta vez la injerencia extranjera en asuntos nacionales --y por parte del capitalismo más rancio-- está avalada por el propio gobierno. Es, ciertamente, innovador.
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