Paysandú, Miércoles 02 de Octubre de 2013
Opinion | 30 Sep Ante la proximidad de la temporada turística, la policía estará “alerta” por la llegada de una droga más destructiva que la pasta base de cocaína: la metanfetamina.
Aunque esta droga es consumida en los estratos bajo y medio de la sociedad norteamericana, en Uruguay su adicción se registra en sectores de niveles económicamente altos.
Probablemente se considere que es una “droga moderna”, sin embargo, tiene más de cien años, incluso fue utilizada por soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial y los kamikazes japoneses.
En Uruguay, aunque su uso no es extendido, según la Dirección General del Tráfico Ilícito de Drogas, ya se encuentran trabajando organizaciones mejicanas, colombianas o bolivianas y desde –al menos-- 2008 se sabe de su existencia.
En Europa y Estados Unidos el uso de esta droga atraviesa su momento de gloria y en grandes laboratorios se producen hasta 25 kilos de esta sustancia en un fin de semana. Incluso han surgido en lugares pequeños, como domicilios particulares. Por esa razón, las autoridades comenzaron a fijarse en ella.
Esta droga, que genera un aumento intenso de energía, va causando verdaderos estragos en el cerebro y alteraciones constantes en el estado de ánimo. Y como cualquier otra droga su uso se extiende en poco tiempo.
Creer que por tratarse de una sustancia que se consume a otros niveles, demorará su uso generalizado en el resto de la población adicta es, en sí mismo, un error de apreciación. De hecho el gran ejemplo es la pasta base o llamada en sus comienzos “la droga de los pobres”.
Un informe presentado en mayo de este año por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito alerta que su consumo en América Latina “ha dejado de estar segmentado en estratos medio y bajo” y alcanza al 52% de los consumidores de clase media.
El alerta temprana antes de lamentar la generalización de un consumo ilícito, habla de la sabiduría que se obtiene de la experiencia que registran los casos mencionados. A veces, “dormirse en los laureles” simplemente transforma un monstruo en otro. Tanto en una droga, como en una excusa. Y a veces no poder, genera afirmaciones tales como que “el fenómeno de la drogadicción tiene su origen en el modelo neoliberal de los 90’ que creó desigualdades sociales”.
Ahora, con “el viento de cola”, “la sociedad de la igualdad” y una “mejor distribución de la riqueza”, habrá que tener cuidado para que estas adicciones no se instalen en las comunidades. Y haya que buscar nuevas justificaciones.
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