Paysandú, Miércoles 02 de Octubre de 2013
Opinion | 02 Oct Las flores, los rayos del Sol más potentes, los días más largos, el viento acariciando el rostro. Primavera, esa estación del año cuando todo se renueva, cuando las flores dominan el paisaje, cuando se guardan las estufas y el calzado deportivo vuelve a acompañarnos en las caminatas en que se disfruta el aire libre.
Las ciudades también recuperan su esplendor, en la medida que los administradores municipales se preocupan por enjardinar, mejorar la iluminación pública de los espacios de todos, recuperar el césped donde falte y en general acompañar el estallido de colores de la naturaleza.
No obstante, todo ese esfuerzo --que se paga con los impuestos de los residentes-- no siempre es apoyado por toda la ciudadanía, aunque si (y eso es bueno) por la mayoría, que tiene la capacidad de gozar de la naturaleza y de los paseos públicos.
Pero los pocos son destrozones. Los pocos que usualmente los denominamos inadaptados, destrozan sin importarles su valor económico, histórico o ciudadano. Quizás ellos mismos no comprendan las razones de tales destrozos, quizás solo les importe sentir un poco de adrenalina o una diversión que nada de sana tiene y menos de diversión.
El resultado, lamentablemente, es el mismo, sepan por qué lo hacen o nunca se lo hayan cuestionado. Borrachos o sobrios, drogados o no, en solitario o en patota, los destrozos en los paseos públicos, que también son bienes públicos, cuestan cada vez más a las ciudades.
Por más que haya luces anti vándalos, igual las rompen. Ni que hablar de los árboles recientemente plantados o de las flores. O de los bancos, o las fuentes. O cualquier cosa que pueda romperse.
Lo obvio es decir que hay que potenciar la educación desde el hogar –especialmente-- para que se comprenda el valor de las cosas que son de todas, tanto como de aquellas que nos pertenecen solamente a cada uno.
Pero hace mucho que se dice eso. Y cada vez hay más vandalismo en plazas y otros paseos. Entonces, algo está fallando. “Houston, we have a problem” dirían con voz serena los tripulantes del Apolo XIII. Por tanto, hay que usar otros métodos.
La Ley de Faltas de reciente aprobación es sin dudas el camino. No es que sea sencillo encontrar a los destrozones con las manos en las piedras, pero un sereno o un servicio 222 sería una posibilidad. Y cuando comiencen a hacer trabajos comunitarios a la vista de todos, probablemente comprendan que realmente no hay diversión en romper cosas de todos. Menos en que los identifiquen como los autores de los destrozos. Será entonces cuando quien tire la piedra no podrá esconder la mano.
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