Paysandú, Sábado 05 de Octubre de 2013
Opinion | 02 Oct Aunque bajo la premisa de que “hay voluntad de acuerdo”, nuevamente el tema de la planta de celulosa UPM Botnia es motivo de negociación entre Uruguay y Argentina, a efectos de evaluar la posibilidad de un aumento de hasta el 30 por ciento en la producción anual, cuando ya supuestamente el presidente José Mujica, de acuerdo a lo que había manifestado a la agencia internacional de noticias Bloomberg, había decidido autorizar este incremento pero con una mejora en la calidad de los efluentes, fundamentalmente la temperatura de vertidos y el contenido de fósforo.
Sin embargo, cuando en las últimas horas se reunió en Buenos Aires con su colega Cristina Fernández, siguiendo a una jornada en la que la Cancillería argentina apostó fuerte y amenazó con llevar nuevamente el tema al Tribunal Internacional de La Haya, el convencimiento del mandatario uruguayo no fue tal, y se allanó a “negociar” con la contraparte que es lo que va a pasar con la producción de UPM Botnia, mientras nuevamente salieron activistas de Gualeguaychú a protestar y reclamar una postura fuerte de su gobierno contra la “pastera”.
El lunes duró veinte minutos la reunión entre los presidentes José Mujica y Cristina Fernández --junto a los cancilleres de ambos países-- para buscar una solución al conflicto binacional que generó el pedido de UPM para que se la autorice a aumentar su producción de celulosa de 1,1 a 1,3 millones de toneladas. Mujica tenía pensado comunicar ayer su decisión de permitir que UPM aumente a 1,2 millones de toneladas de celulosa su producción a cambio de mejoras en parámetros medioambientales reclamadas por Argentina.
En el encuentro realizado en Buquebus luego de que ambos mandatarios inauguraran un nuevo buque de la empresa, Mujica y Fernández hablaron del tema, conociendo la posición de uno y otro sobre el asunto y las dificultades para encontrar una salida.
La salida salomónica que “convenció” a Mujica fue un encuentro de cancilleres y técnicos a partir de ayer para encaminar una solución que destrabe el conflicto y evite eventualmente una demanda internacional argentina, con participación de los cancilleres, los ministros de Transporte de ambos países, autoridades de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) y de los organismos encargados del cuidado y control del medio ambiente.
“El diálogo está totalmente abierto”, afirmó ayer Timerman. En tanto el embajador argentino ante Uruguay, Dante Dovena, dijo a El País que “hay voluntad de acuerdo”. Consultado sobre si Mujica transmitió su idea como intención o decisión, Dovena dijo que daba por hecho que no había una decisión tomada. “Partimos de la base de que no hay decisión, por eso vamos a conversar”, afirmó.
Pero claro, lo menos que pueda pensarse es que así fiel a su dicho de “como te digo una cosa te digo la otra”, el mandatario uruguayo cedió a la jugada fuerte de Argentina y para mantener la concordia entre ambos gobiernos, optó por derivar el tema a decisiones político - técnicas en base a este grupo de trabajo, que por su integración multiinstitucional augura ya de antemano dificultades para ponerse de acuerdo sobre la salida al diferendo, luego de una decisión que parecía tomada por el presidente uruguayo.
Ahora, legítimamente puede preguntarse cómo se va a hacer para “negociar” más o menos rápidamente un aumento de producción, teniendo en cuenta las necesidades operativas de UPM, cuando por ejemplo en el vecino país su delegación ante la CARU sigue obstaculizando que se den a conocer los resultados de los estudios de laboratorios internacionales sobre el grado de contaminación del río Uruguay, porque el vecino país objeta los parámetros que se han tomado y todo indica que seguirá dándole largas al asunto, sobre todo en período preelectoral del otro lado del río.
Mientras tanto, como si fuera un modelo en política ambiental, las autoridades argentinas afirman que el río Uruguay está “al límite de la contaminación”, no solo por UPM sino también por fábricas brasileñas. Se indicó que UPM cumple con más de cuarenta parámetros pero “hay dos o tres” sobre los que tienen dudas.
Y por más que nuevamente en este encuentro bilateral se haya apelado a la amistad histórica de los pueblos --que está fuera de toda discusión-- a los abrazos, a las coincidencias de los pueblos sudamericanos, estamos nuevamente ante un conflicto de intereses en el que nuestros vecinos no nos van a regalar nada, si no adoptamos una posición firme y defendemos nuestra soberanía.
Porque una negociación al fin de cuentas implica que cada uno ceda un poco, y lamentablemente, desde el gobierno Kirchner, se puede esperar poco y nada en esta materia, sabiendo cómo se las gasta ante quienes piensan distinto.
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