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Paysandú, Viernes 11 de Octubre de 2013

Fallido ultimátum

Opinion | 11 Oct En cada gran tema, generalmente, pueden detectarse varios puntos de vista, formas de mirar una realidad, de integrarla o desintegrarla. Tal es el caso de la pastera UPM en la costa del río Uruguay, que ahora nuevamente es centro de confrontación, después que Uruguay decidiera autorizar un aumento del diez por ciento en la producción.
En uno de esos escenarios, puede indicarse que es posible incluso que Uruguay no haya respetado, o directamente infringido el Estatuto del Río Uruguay firmado en 1975, su propia normativa interna, la sentencia de la Corte Internacional de La Haya, de abril de 2010, y los Acuerdos Presidenciales de Anchorena y Olivos, del mismo año.
En verdad, aunque no parece esa la realidad, todo es posible, conviene indicarlo, porque en este tipo de temas el nacionalismo no es precisamente el mejor consejero.
No obstante, también hay formas y maneras para exponer el desacuerdo. Y en eso, sin dudas, le falta muchísimo por aprender a la Argentina actual, cuyo canciller, Héctor Timerman, volvió a presentar hace horas los mismos datos que había mostrado en su aparición del miércoles 1º cuando anunció que su país presentaría el caso ante la corte de La Haya, que ya falló sobre la puesta en marcha de la fábrica.
No fue algo novedoso, nuevos informes ni pruebas contundentes, fue más de lo mismo. En lo que sí varió fue en el grave error cometido al amenazar --veladamente, pero es lo mismo-- a nuestro país.
En declaraciones al diario Clarín --que parece no siempre es el diablo--, Timerman anunció: “Le mandamos a Uruguay dos mensajes, éste es el tercero. Voy a esperar un par de días (antes de presentar el reclamo ante La Haya)”.
El centro del error es el uso de la primera persona en el mensaje. ¿Quién es el canciller argentino para expresarse por encima de su propio país? Porque no es la Argentina, es Timerman el que graciosamente le concedió un plazo adicional a Uruguay de un par de días antes de empezar el zafarrancho de combate.
Ni qué decir que ese no es el camino. Tal como le respondió el presidente uruguayo José Mujica, “el único que da un ultimátum es Dios”. Pero lo peor del caso es que resulta extraño que se amenace con algo tan serio como presentarse nuevamente en la corte internacional y al mismo tiempo --de bueno que es Timerman, nomás-- se da un plazo para “arrepentimiento”.
Lo que puede leerse --sin mucho esfuerzo-- es que Argentina tiene un caso débil, que la contaminación no es tal como Timerman (ya que él se ha puesto como protagonista) sostiene y que por el contrario Uruguay tiene un caso sólido y ha actuado con prudencia.
Sigue siendo muy triste que dos países hermanos tengan este tipo de escaramuzas, pero es claro que al menos en esta oportunidad, la dirigencia argentina ha cometido excesos y “contaminado” el ambiente.


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