Deportes | 05 Oct Con 17 medallas cerró su participación la delegación uruguaya que participó en la primera edición de los Juegos Sudamericanos Juveniles.
El balance, más allá de estar lejos en el medallero, fue positivo teniendo en cuenta que la actividad estuvo destinada a deportistas menores de 17 años y, en el caso de varios de los celestes, dieron significativas ventajas en la edad.
Esta participación internacional permitió reafirmar aquel dicho viejo como la injusticia, que reza que el deporte uruguayo está lleno de buena madera.
Pero cada vez que se cierra alguna presencia celeste en el exterior, viene a la cabeza siempre la misma pregunta. ¿Y ahora qué?
Porque a esta altura nadie puede tomarse en serio la utopía de un millonario Centro de Alto Rendimiento, como sucedió tras los Juegos Olímpicos y aquel octavo puesto de Alejandro Foglia en la Clase Laser.
Pero sí vale la pena preguntarse qué se hace con esta nueva camada. ¿A qué se apunta? ¿Qué apoyo tendrán aquellos deportistas que, más allá de medallas y altos rendimientos, demostraron que se puede? ¿Se apostará a que puedan dar ese complicado salto de la adolescencia a la adultez deportiva, en el que es necesario contar con todo lo necesario para poder crecer? ¿Se les dará el necesario roce internacional con buenas preparaciones? ¿O más allá de alguna excepción individual, del trabajo planificado de alguna federación (que tampoco puede sola), se apostará a apoyarlos seis meses antes de una competencia en las que se les exigirá demasiado como sucede ahora pensando en los Odesur del año que viene?
La respuesta la tiene el Comité Olímpico Uruguayo y el Ministerio de Turismo y Deporte, que están en la foto de arriba. Y, lamentablemente salvo un milagro, se imagina conocida.