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Paysandú, Sábado 12 de Octubre de 2013

Cortoplacistas

Opinion | 06 Oct Bajo el título “Los ‘No-Nis’ y un futuro más equitativo para Uruguay”, el Banco Mundial publicó en setiembre pasado un informe donde asegura que “el 17,1% de los jóvenes urbanos no estudian ni trabajan y casi 8 de cada 10 de ellos están en el 40% más pobre del país”.
En este escenario, analiza que “las mujeres son las más afectadas, especialmente si son madres que tuvieron que abandonar sus estudios”, en un país con “grandes avances en materia económica en los últimos años” y bajo “uno de los sistemas de protección social más avanzados de América Latina”.
El Banco Mundial analiza que este problema “no parece ser de demanda, ya que Uruguay ostenta una de las tasas de desempleo más bajas de la región”, porque la cuestión es “la falta de calificación de algunos grupos de trabajadores que no están en condiciones de ofrecer a los potenciales empleadores el nivel que necesitan en un mercado laboral competitivo”.
Los planes instrumentados no han logrado el efecto deseado, en tanto, cambian conforme pasan los gobiernos y los diferentes gobernantes se esmeran en instalar su impronta y transformar lo más que puedan las políticas instaladas por el anterior. Incluso mientras atravesamos una era progresista.
Así como ocurre con los programas sociales, la misma falta de política de Estado se observa en el turismo, en obras públicas, en economía y finanzas, demostrando que siempre hay que “remarla” para obtener resultados que finalmente son anunciados con bombos y platillos. Como ejemplo de esto, podemos citar los cálculos realizados en turismo al finalizar la última temporada estival, o los números presentados por ahorro energético con el cambio de la hora, cada mes de marzo.
Hay muchos proyectos sociales en este país y casi todos apuntan a los mismos grupos vulnerables, así como instituciones cuyos enfoques varían según la metodología de trabajo, formación de sus referentes, aspiraciones de la propia organización y un sinfín de variables que aportarán a un resultado dispar.
Sin dejar de mencionar la escasez de los sistemas de evaluación y la poca importancia que se da a los resultados de los mismos, porque de las evaluaciones se obtienen las respuestas a las interrogantes planteadas en un proyecto.
Así, no hay programa que aguante en el tiempo con resultados positivos y para instalar políticas proactivas eficientes en una población vulnerable se debe proyectar a largo plazo.
Sin embargo, en una cultura “cortoplacista”, eso es pedir demasiado.


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