Paysandú, Domingo 13 de Octubre de 2013

La culpa no es de los bolardos

Opinion | 13 Oct “Ordenar las ciudades, regular su dinámica, es una necesidad imperiosa en el Uruguay. Somos un país altamente urbanizado; las cuestiones urbanas afectan crecientemente los niveles de vida, la calidad de la vida, de la mayoría de los uruguayos.”
“Hemos llevado a la Constitución el reconocimiento del derecho a una vivienda decorosa, pero hoy nos damos cuenta de que sin una ciudad decorosa ese derecho es parcial e ilusorio, porque no existe vivienda sin su inserción en la trama urbana, sin las infraestructuras y las dotaciones de servicios, sin los espacios públicos en los que se inserta y a los que accede”.
“Construir ciudades decorosas, a partir de lo que hoy tenemos y resolviendo los nudos problemáticos que nos aquejan, aprovechando y potenciando el legado recibido de generaciones anteriores, pero enfrentando los dilemas que se nos vienen encima cuando queremos mirar lejos, es una parte sustantiva de la construcción de las ciudades, así como de una convivencia social proyectada hacia el futuro”. (…)
“En un nivel más amplio de generalidad, la configuración de la ciudad --como la de la convivencia social-- requiere de decisiones colectivas de amplio espectro, en las que la orientación de largo plazo, la movilización de recursos de gran envergadura o simplemente la necesaria prevalencia de las opciones que se revisten de legitimidad general, postulan y exigen la institución comunal, actor urbano por excelencia, titular del espacio público, de la planificación y la gestión pública de la ciudad, interlocutor de las instancias del propio Estado nacional, en cuanto éste incide en la vida urbana”. Tomado de “Normativa y desarrollo urbanístico”, introducción al informe “Ordenar las ciudades” realizado y publicado por la Intendencia Municipal de Montevideo y la Agencia Española de Cooperación Internacional, Tomo 1.
-“La gente cree que preservar es conservar la ruina. Todo lo contrario: preservar es mantener el carácter de un lugar y reforzar su significado.” Arq. José María Peña, fundador del Museo de la Ciudad y de la Feria de San Telmo, Buenos Aires.
-“¡Esos benditos bolardos me tienen podrido!” Director municipal sanducero durante una reunión de trabajo con técnicos comunales.
La casi tragicómica historia de los bolardos de la semipeatonal de 18 de Julio parece no tener fin. Aclaremos, si el término “no le suena”, los bolardos son esa especie de caños o tubos gruesos de acero inoxidable que deben proteger a los peatones. Que los reponen, que no los reponen, que los reemplazan con cordoneras, que las cordoneras también se rompen.
Evidentemente algo anda mal y se debe tomar una decisión al respecto para lo cual debemos reflexionar.
Aquí hay dos posibilidades: una de ellas es que el diseño de la obra fue realizado en un “escritorio” y nadie “vio” los problemas que esos espacios delimitados por bolardos causarían sobre todo porque muchas veces están en el ángulo ciego del retrovisor o bajo la visual del conductor.
La otra posibilidad, la que seguramente los técnicos diseñaron, es que en el tramo de referencia de 18 de Julio sea verdaderamente una semipeatonal. Es decir una arteria por donde los transeúntes se desplacen con comodidad y seguridad a la vez que los vehículos circulen --a muy baja velocidad-- mientras que los espacios establecidos son utilizados únicamente como lugares de ascenso o descenso de pasajeros y, en los horarios correspondientes, para descarga de mercadería para los comercios ubicados en esa zona.
Como está claro que así es como debería funcionar la semipeatonal, apreciamos que casi todo se reduce a un problema de reglamentación inadecuada.
Todos hemos experimentado la opresiva sensación que se produce cuando conducimos un vehículo de tamaño normal y sorpresivamente nos vemos “embretados” por otros tres automóviles, dos estacionados un poquito alejados de los bolardos --porque es la única forma de no terminar abollando la carrocería o rompiendo algo-- y el restante avanzando a nuestro lado. Y ni que hablar de lo que acontece cuando un despistado peatón surge entre los vehículos estacionados.
En definitiva, una simple disposición puede hacer que la semipeatonal de 18 de Julio cumpla plenamente su función para beneficio de todos.
Está muy claro que se debe prohibir el estacionamiento en ese tramo de nuestra principal arteria por lo menos de la hora 9 hasta las 23 y los espacios marcados deberán ser utilizados sólo por vehículos que bajen o recojan pasajeros y, en algunas horas de la mañana por quienes deben entregar mercaderías o insumos a los comercios o viviendas del lugar.
Considerando que se puede pasar el cobro de estacionamiento a las calles paralelas, esta medida sólo molestaría algo a pocos, y beneficiaría enormemente a la gran mayoría de la población.


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