Paysandú, Miércoles 16 de Octubre de 2013

Regularización de pequeñas empresas

Opinion | 14 Oct Especialmente en países como Uruguay, es vital el desenvolvimiento de las pequeñas y medianas economías empresariales como factor de dinamización de la economía, desde que también son las mayores proveedoras de empleo si se hace la sumatoria de su presencia en el tejido socioeconómico nacional, teniendo en cuenta que nuestro país cuenta con pocas empresas realmente grandes.
Debe tenerse presente que cerca del noventa por ciento de las empresas uruguayas puede encasillarse en la categoría de pymes, que han pasado a ser sustento del esquema en las áreas industrial, comercial y de servicios, con una gran heterogeneidad sí, pero también con el común denominador de problemas que datan desde hace muchos años y que parten de la base de su propia pequeñez.
Uno de los déficit notorios, sobre todo en el caso de las microempresas, parte de la falta de capacitación o tiempo para dedicar a la gestión de la empresa, desde que el artesano, el herrero, el carpintero, en su emprendimiento generalmente de carácter familiar, debe desdoblarse de tareas propias de su oficio para encargarse de llevar adelante la parte empresarial, que le exige conocimientos en cuanto a gestiones ante determinados organismos e incluso otras empresas, distrayendo incontables horas de su actividad específica, y no siempre con buenos resultados.
En estos casos es vital contar con instrumentos de capacitación y asesoramiento, que cumple parcialmente el mismo Estado a través de organismos como la propia Dinapymes (Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas). Igualmente los beneficiarios deben buscar canales propios para estar mejor organizados en asociaciones que los sustraigan del aislamiento y consecuentemente de su desventaja respecto a emprendimientos de mayor tamaño, que tienen otras posibilidades para desenvolverse.
Otra faceta a encarar por esta dirección refiere a obtener a través de un relevamiento datos sobre las consecuencias más negativas de la reforma tributaria sobre el sector, a efectos de detectar falencias con el objetivo de promover eventuales correctivos o enmiendas que permitan atender estas necesidades.
Como regla general, es notorio que la presión tributaria excesiva tiene como consecuencia inmediata el pasaje de más empresas al informalismo, total o parcialmente, que es un mal endémico que sigue manifestándose con particular énfasis en nuestro país por una conjunción de factores que no han sido abordados en su integridad para generar la regularización masiva de las micro y pequeñas empresas, pese a que en los últimos años, por ejemplo a través del monotributo, se han registrado avances significativos en esta materia.
Es por cierto negativo que donde reside la mayor fuerza laboral del país haya altos porcentajes de informalismo, desde que esta irregularidad conspira contra el sistema previsional y la obtención de recursos por el Estado, pero a la vez perjudica abiertamente a dependientes y las propias empresas en infracción, por cuanto los involucrados son afectados en sus posibilidades de acogerse a los beneficios jubilatorios, al Seguro por Desempleo y servicios médicos, entre otras prestaciones del sistema.
El punto es que en este estado de cosas todos perdemos, empezando por los que están directamente en omisión pero también los aportantes de siempre al sistema, que se ven recargados en sus aportes para sostenerlo. Pese a la mejora en la ecuación que ha significado el monotributo y planes especiales para regularizaciones, subsisten omisiones de control en los organismos del Estado responsables.
Paralelamente debe buscarse estímulos y también beneficios para diseñar un sistema incluyente que realmente aporte beneficios para los que están trabajando fuera de la legalidad, porque no es menos cierto que buena parte de las microempresas y unipersonales lo que obtienen como rentabilidad apenas les da para subsistir y que lo tanto no tienen prácticamente margen para poder estar al día con los aportes.
Asimismo, se crea una competencia desleal entre quienes aportan y quienes no, y es explicable que a la vez haya empresas que hayan considerado que integrarse parcialmente al trabajo en negro les genera una forma de poder competir con quienes a la vez trabajan con menores costos al estar al margen de la legalidad.
Se requiere por lo tanto una gran dosis de imaginación, sentido común y responsabilidad, sin medir costos políticos, para generar condiciones que realmente permitan integrar al circuito formal a amplios sectores de actividad que hoy están tratando de sobrevivir, y que no hacen mucho más que vivir el hoy con una seria interrogante sobre lo que les ocurrirá en un futuro no muy lejano, cuando se llegue al fin de la vida activa y el emprendimiento familiar todavía no ha logrado crecer ni legalizarse, y no se hayan generado los aportes provisionales para acogerse a los beneficios jubilatorios cuando ya no se está en condiciones de trabajar con el máximo de posibilidades.


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