Paysandú, Miércoles 16 de Octubre de 2013
Opinion | 16 Oct De acuerdo a lo expresado recientemente por empresarios del sector forestal, tras un período de depresión en la demanda y consecuente repercusión en los precios, tiende a revertirse la tendencia en el curso de este año, y se ha detectado interés creciente en el exterior por algunos productos específicos con valor agregado.
Precisamente la crisis en Estados Unidos y Europa contribuyó a deprimir el movimiento maderero el año pasado, y pese a la mejora en los últimos meses, todavía no se ha llegado a los valores de 2010 y 2011, lo que indica que aún no se alcanzan los niveles del mejor momento.
Es notorio que la forestación impulsada a partir de la Ley de Desarrollo Forestal de fines de la década de 1980 ha marcado un antes y un después en la explotación maderera en el Uruguay, y contamos actualmente con 800.000 hectáreas plantadas para explotación de madera, contra unos pocos miles de hace unos veinte años.
La instalación de dos plantas de celulosa --la de UPM-Botnia, ya funcionando, y la de Montes del Plata, a punto de entrar en actividad, en tanto una tercera podría instalarse en el Este-- es un paso fundamental para la utilización de la materia prima que crece en los bosques implantados a partir de esta ley de estímulo al sector, pero sin dudas que se trata de un gran volumen de madera para el país al que se le dota de un valor agregado todavía muy básico.
La pulpa de celulosa que se elabora y que sale por buques de ultramar en realidad va a alimentar fundamentalmente las grandes industrias papeleras, donde realmente se genera el mayor valor agregado, por lo que seguimos colocando materia prima con bajo procesamiento, aunque sin dudas este proceso menor igualmente deja al país un reciclaje de riqueza nada despreciable en la cadena agroindustrial.
Pero mientras se alimenta con grandes volúmenes la fabricación de celulosa, hay en funcionamiento industrias que dotan de mayor valor agregado a la madera, como es el sector que fabrica tableros que se utilizan para casas o muebles, que son los que han tenido un alentador repunte durante este año.
El presidente de la Sociedad de Productores Forestales (SPF), Carlos Faroppa, evaluó para el matutino capitalino El Observador que el avance “está por el lado del desarrollo industrial” de la madera. “Uruguay continúa con una producción de pasta forestal creciente, pero lo que ahora importa son los diferentes agregados en la cadena de valor, para buscar alternativas en el proceso”. Agregó que la producción en general se mantiene con volúmenes similares al año pasado, cuando bajó la madera para celulosa pero subió la producción de la aserrada de calidad y tableros contrachapados.
Es así que las exportaciones totales del sector el año pasado se redujeron entre el 13 y el 14 por ciento, aunque si no se considera la celulosa la baja fue de entre el 7 y el 8 por ciento.
Pero más allá de las cifras globales, es indudable que la riqueza forestal uruguaya está subexplotada en lo que refiere a los procesos industriales, desde que la exportación de rolos, el chipeado y la propia pulpa de celulosa no alcanzan el grado de multiplicación de valor que es necesario incorporar en la cadena, teniendo en cuenta su significado en puestos de trabajo, en tecnología y en ingreso de divisas.
En el área de los contrachapados para mueblería y construcción hay un mercado muy promisorio, puesto que mientras por un lado Uruguay exporta a otros países paneles con determinado grado de terminación, por otro lado importa esos mismos paneles con el agregado de acabados melamínicos y sintéticos de recubrimiento, sobre la misma base de madera.
En el mismo sentido, es notorio que hay subutilización de la madera en carpintería de obra, sobre todo en ambientes internos, cuando Uruguay dispone de variedades de eucaliptos muy aceptables para terminación, tanto por su resistencia como por su versatilidad y buen acabado, a la vez de contarse también con variedades que admiten muy buen tratamiento para incrementar su resistencia a la humedad y el sol.
Quiere decir que esta recuperación incipiente de la industria maderera que se verifica este año, con ser promisoria, tiene siempre pendiente el salto de calidad que requiere sin dudas una inversión adicional en maquinaria y tecnología, previa detección de necesidades y posibilidades del mercado interno y externo, con un grado imprescindible de creatividad y riesgo, sin los cuales es impensable lograrlo.
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