Paysandú, Jueves 24 de Octubre de 2013
Opinion | 22 Oct Recientemente voceros del gobierno, incluyendo a la presidenta del Frente Amplio, Mónica Xavier, valoraron como un logro y una demostración del buen momento que vive el Uruguay a partir de la gestión del gobierno de izquierda, el hecho de que por primera vez en muchos años están llegando al país más personas que las que se van, revirtiendo una tendencia histórica en el Uruguay.
Y si bien la diferencia entre ingresos y egresos es poca, efectivamente estamos ante una reversión de la tendencia, por una serie de factores que dan cuenta de un escenario distinto al que se ha dado por tanto tiempo.
Por un lado, evidentemente hay una menor emigración de ciudadanos uruguayos, a la vez que están retornando al país miles de conciudadanos que habían partido en busca de mejores condiciones de vida, sobre todo a principios de la década anterior, con epicentro en la crisis de 2002, con la facilidad agregada de que no se exigía visa para el ingreso a Estados Unidos, lo que fue realmente un poderoso imán que no pudieron resistir grandes contingentes de compatriotas.
El retorno de uruguayos que habían emigrado se potenció sobre todo con la crisis generada a partir de 2008 en Estados Unidos y Europa, la que todavía persiste. Este deterioro no solo ha creado problemas de empleo a los que buscaron nuevos horizontes y mejorar calidad de vida, sino que a la vez ha tenido como consecuencia un endurecimiento de las políticas migratorias, por lo que la vida se ha hecho cada vez más difícil para los emigrados, con la amenaza permanente de ser deportados de inmediato y perdiendo por lo tanto de un momento a otro los bienes logrados por su trabajo en Estados Unidos y países europeos.
Paralelamente, se hace amplia difusión en las comunidades de uruguayos residentes en el exterior que el país ha logrado una sustancial recuperación económica, sobre todo respecto al piso de la crisis de 2002, con un desempleo en descenso y en valores históricos del cinco o seis por ciento, contra índices mucho más elevados en Europa, con un extremo en España --donde precisamente había mayor cantidad de uruguayos residiendo-- que llega al 26%, más de un parado cada 5 habitantes en la Madre Patria. Ello no solo ha dado lugar a que cundiera la esperanza de hacerse un lugar en el propio país de origen, donde había tanta incertidumbre, sino que también los propios españoles, por ejemplo, ante la crisis en su país, han salido en oleadas hacia otras latitudes, y uno de los destinos es Uruguay, tentados por esta posibilidad esperanzadora.
Por cierto que desearíamos que este panorama que se ha pintado sobre todo para el exterior fuera una realidad sin sombras, pero los hechos son los que mandan, y evidentemente existe una marcada relatividad en cuanto a la índole de la mejora y cuáles son los términos comparativos respecto a la región y el mundo.
No es porque sí que muchos miles de compatriotas que retornaron con esperanzas renovadas de hacerse un lugar en su país, afectados por la crisis en el Primer Mundo, debieron volver hacia donde habían emigrado, porque no encontraron en su tierra las condiciones que se les había pintado, lo que no puede extrañar para nada a los propios uruguayos que vemos la realidad día a día y las fragilidades del escenario socioeconómico nacional.
Por supuesto, en nuestro medio la demanda de empleo se da en el mejor de los casos por personal calificado para determinadas áreas, y esto por ejemplo es aprovechado por un buen número de profesionales españoles que han llegado al Uruguay debido a la crisis generalizada en su país, pero en prácticamente todos los casos en forma temporal y apostando al retorno tan pronto España supere la crisis.
Por lo demás, el empleo promedio disponible en Uruguay, cuando se consigue, es de baja calidad, mayormente en el sector de los diezmilpesistas, como se los denomina, en tanto se ha encarecido sustancialmente el costo de vida, en alimentación y vivienda principalmente, lo que hace que se necesite por lo menos triplicar y cuadruplicar esos ingresos para más o menos tener una vida decorosa.
Y por cierto, como hemos señalado en más de una oportunidad, para quien tiene un empleo en el entorno de estos ingresos, que son la gran mayoría de los uruguayos, el “sueño” es el de un empleo público de por vida, haciendo cola para inscribirse en alguno de los contados llamados, a los que asisten mil veces más personas que el número de los puestos en juego, lo que da una pauta del desfasaje a que hacemos referencia.
Por lo demás, si bien existe crisis en Europa y con especial gravedad en España, sin dudas que las condiciones de vida aún en depresión son mucho mejores que las que ofrece el Uruguay en plena bonanza, teniendo en cuenta la calidad promedio del empleo, los ingresos y costo de vida, lo que da la pauta de que estamos inmersos en cierta autocomplacencia, aunque hayamos mejorado respecto a la situación de hace una década.
Y no debemos engañarnos, queda muchísimo camino por recorrer para acercarnos siquiera al nivel de vida de otros países, aunque estemos en una coyuntura favorable que aún perdura. Nos queda el consuelo sí de que tenemos muchos otros valores tradicionales para celebrar, que también hacen a la calidad de vida, por cierto, aunque no los valoremos debidamente.
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