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Paysandú, Domingo 27 de Octubre de 2013

“Las viudas de Ruiz”: todo multiplicado por cuatro

Locales | 21 Oct LAS VIUDAS DE RUIZ, de Lorena Rochón. Sí porque Sí Teatro, Maldonado. Dirección: Leonardo Limongi. Asistente: Jorge Cabral. Vestuario: Mercedes Urrutia, Sonia Correa. Escenografía: Alexis Castellanos. Maquillaje: Mercedes Urrutia. Iluminación: Richard Pedemonte. Expresión corporal: Cristian Tapia. Con: Jacqueline Fernández, Brenda Urrutia, Andrés Charquero, María José Cardoso. Auditorio “Miguel Ángel Pías”. Sábado 19 de octubre de 2013.
Cuatro casas diseñadas de manera idéntica en su interior; cuatro amores que usan el mismo perfume; cuatro que cocinan el mismo pollo a la boloñesa; cuatro que lo esperaban con velas encendidas; cuatro que vivían pensando que eran únicos.
La muerte de Oscar Ruiz deja al desnudo su vida de polígamo con tres mujeres y un hombre. Cuando su corazón se detuvo comenzaron a latir aceleradamente los de sus parejas, que fueron descubriendo poco a poco la enfermiza relación.
Lorena Rochón, que escribió esta obra hace algunos años, experimenta en la dramaturgia escribiendo en círculos concéntricos o en espiral, para reafirmar mensajes o para burlarse de los propios personajes, que incrédulos ante la realidad parecen no aceptarla hasta que se les cae encima.
La puesta en escena es exterior y no logra meter en personaje al elenco, que inicia y termina la obra desde una misma realidad, sin que se haya verificado el crecimiento interno de cada uno de ellos. Esto se aprecia más claramente en el personaje de Andrés Charquero, trabajado no solamente desde lo exterior sino desde el característico, con tics que usualmente se repiten una y otra vez a la hora de interpretar un homosexual.
Es ciertamente un déficit en el teatro del interior la formación actoral. No alcanza con hablar, gesticular, moverse; el personaje debe incorporarse al actor en la escena. Y en esta propuesta eso no se aprecia. Desde el momento en que se enteran de la muerte de Ruiz hasta el instante en que lo consideran un amor que les dio una década de felicidad -al final-, la estructura del personaje no varía, no se aprecia golpeado por las circunstancias que pasó. Falta pues esa progresión imprescindible que el espectador necesita para establecer esa conexión sólida y perenne con la obra y la escena. Una comedia que se burla de la muerte y del amor, que se hace espacio para la experimentación en el texto y que concreta menos de lo necesario. E.J.S.


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