Paysandú, Martes 29 de Octubre de 2013
Opinion | 29 Oct Mientras el presidente José Mujica, ya con la aprobación parlamentaria de la bancada oficialista en Diputados, sigue adelante con la idea de legalizar la comercialización de marihuana, pese a que en su momento había dicho que si veía que la ciudadanía estaba en contra del proyecto --en realidad lo está, en por lo menos el 60 por ciento, de acuerdo a las encuestas-- desistiría de la propuesta. A tal punto está decidido sobre este tema que se ha difundido hasta el precio de venta que tendrá la droga, que será de unos veinte pesos el gramo para hacer tres “porros” por el consumidor. Sin embargo, siguen surgiendo interrogantes y cuestionamientos a la iniciativa que el mandatario ha decidido igualmente llevar adelante.
En los últimos días se supo que un estudio efectuado por especialistas del Centro de Prevención de Accidentes (CEPA) advierte que más allá de las discusiones vigentes sobre cómo afecta al organismo la marihuana, “es necesario escuchar la alerta que no tiene dos opiniones respecto a que no se deben realizar actividades peligrosas mientras se está bajo los efectos de esta droga”.
Parece una verdad de Perogrullo, pero extrañamente cuando tanto empeño se pone en crear leyes de tránsito hasta más restrictivas que las del primer mundo, por otra parte se da la posibilidad de admitir un cierto rastro de droga en sangre a los conductores.
El proyecto de ley que regula la comercialización de marihuana ha pasado a la consideración del Senado, y está radicado en la Comisión de Salud de la Cámara Alta, que preside el Dr. Alfredo Solari, quien al respecto indicó que “la ley va a ampliar una oferta de una sustancia que causa déficit de atención y concentración, y no ofrece ninguna disposición para evitar los accidentes de tránsito, laborales, o los abusos que se puedan cometer como consecuencia de su consumo”.
Debe tenerse presente igualmente que el proyecto establece en su artículo 15 que todo conductor estará inhabilitado de manejar y será objeto de sanción si supera determinada cantidad de principio activo de la marihuana en el organismo (el THC), en tanto el límite exacto será manejado por la reglamentación de esta ley.
Al respecto Solari razona que la norma se queda corta, pues la marihuana, como toda droga, no tiene el mismo efecto en consumidores ocasionales que habituales, a la vez de influir el peso, el metabolismo y la edad de la persona, por lo que el senador entiende que el consumo tolerado debería ser cero --lo que compartimos--.
El informe del CEPA indica también que la marihuana, como es sabido, “es depresora del sistema nervioso central” y “disminuye la capacidad de reacción del conductor, su concentración y los reflejos”, representando “un grave factor de riesgo para la conducción y la seguridad vial”.
Concluye que “la presencia de esta sustancia en el organismo altera el correcto rendimiento mental, la toma adecuada de decisiones y la buena coordinación sicomotora”, y alerta que de acuerdo a los estudios de investigación desarrollados en Canadá, el fumar marihuana hasta tres horas antes de conducir prácticamente duplica el riesgo de sufrir un accidente.
Estos elementos no son nada nuevos, y están en conocimiento de quienes llevan adelante igualmente la iniciativa de legalización de la marihuana.
Pero una cosa es considerar que al fin de cuentas la guerra contra el narcotráfico está perdida y que es una hipocresía condenar el consumo de cannabis, cuando casi uno de cada diez uruguayos lo hace o lo ha hecho en algún momento de su vida --incluso respetables personalidades, o hasta médicos reconocidos por ejemplo--, y otra es dar un mensaje de que esa droga es casi inocua.
Pero además, cuando se ha anunciado desde ya que se pone la droga a precio muy accesible, ¿cuál es el mensaje que se da a la ciudadanía, sobre todo a los jóvenes?
Inequívocamente, que la idea es que todo el mundo pueda consumir a precio regalado, casi como una lata de cerveza. Pero la realidad es que genera las consecuencias de toda droga, creando dependencia, enajenación, reducción de facultades mentales, afecta la capacidad de estudio y de concentración, relaja y hace aislar y desinteresar al sujeto del mundo que lo rodea. Y lo más grave de especular sobre “lo que se viene” es que aunque el gobierno constantemente está dando señales de que pronto la marihuana será tratada como si fuese tabaco común, la realidad es que todavía es una sustancia prohibida --al menos para su comercialización--.
Por lo tanto la policía y la justicia deben continuar reprimiendo a los infractores, que quizás algún día dejarán de ser “narcos” para pasar a denominarse “comerciantes”. Ahora, ¿cómo puede sentirse un policía que se esfuerza por cerrar una “boca” de venta de drogas, sabiendo que es cuestión de meses para que el delincuente que apresó por hacer algo que se consideraba tan malo para la sociedad, va a pasar a ser un negocio del propio Estado?
Por todo esto sería conveniente que el gobierno deje de crear expectativas, al menos hasta que aprueben la ley.
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