Paysandú, Miércoles 30 de Octubre de 2013
Locales | 29 Oct Se vuelve en la presente columna a un tema que ha sido ya vieja preocupación de quien es su responsable: la equivocada y extendida costumbre de descalificar, severa y duramente, al contendor, en circunstancias en que con él se disiente o discrepa sobre determinada cuestión.
Ello sucede con gran frecuencia en muchas actividades, pero no se entiende necesario comentar hechos concretos al respecto, sino volver a señalar que tan equivocada forma de actuar se observa en muchas actividades: en el periodismo, en la parlamentaria, en la administrativa, en las contiendas judiciales, también en casos emitidos por medio de la radio o de la televisión, y se suscitan totalmente al margen de la trascendencia, material o ética, de la controversia; vale decir: en muchos casos, basta que se controvierta para que la actitud que se analiza sea realidad.
Ello es así no obstante ser muy claro que, cuando se disiente, lo que cada parte debe en sustancia hacer es procurar que la otra advierta que está equivocada, que su punto de vista es erróneo, lo cual se debe buscar mediante argumentos que sean útiles al respecto. Vale decir: a través de fundamentos derivados de un razonable estudio de la cuestión acerca de la cual se disiente.
Como muchas veces se ha explicado, lo que se debe hacer es utilizar sustantivos de los cuales resulten tales fundamentos, expuestos con claridad, con precisión, sin empleo de adjetivos, y obviamente sin descalificación a quien sustenta el punto de vista que el expositor reputa que es equivocado o erróneo; y si se entendiera necesario formular alguna crítica meramente personal al contendor, ella se debe realizar sin ningún adjetivo, con altura, con simples explicaciones carentes de expresiones que contengan agravios.
Es justo y también oportuno recordar que los conceptos que con relación a la cuestión que se analiza se vienen de exponer, y que muchas veces se han hecho públicos en esta y en otras columnas periodísticas, fueron enseñanzas que quien escribe recibió hace ya decenas de años, cuando tuvo el honor de integrar el núcleo de redactores del vespertino “El Plata”, fundado en 1914 por el doctor Juan Andrés Ramírez, pues en dicho diario el respeto al contendor era algo que jamás se olvidaba.
Se debe además subrayar de manera especial que la conducta que se impugna por considerarse inadecuada o errónea es, en esencia, carente de eficacia en cualquier tipo de controversia para impugnar opiniones diferentes, y así con claridad lo señaló un magistrado del orden civil en muy precisa sentencia, en términos que se glosan a continuación: “En un tiempo en que se canalizan desprecios, descalificaciones y agresividades, es reconfortante ver a dos abogados debatir con altura, dignidad, gallardía y respeto, sin perder por ello ardor y convicción en sus planteos, y efectividad en la defensa de los intereses contrapuestos que las partes respectivamente les confiaron”.
Vale decir: confirma que los agravios, los insultos y las descalificaciones no son eficaces, no son aptos, no corresponden; se deben exponer fundamentos, motivos, razones. Y tal como también se ha dicho, de tales conceptos resulta que no se debe insertar, cuando se disiente o controvierte, adjetivos, sino sustantivos.
Es con muy profunda convicción que se emiten una vez más en esta columna los conceptos que se ha tratado de resumir, y también se reitera algo que se sugirió con anterioridad por quien es su responsable para que se pueda llegar a eliminar la equivocada práctica que se analiza: que muchos se aliaran en una campaña firme y clara tendiente a que se advierta que es muy errónea, y que por serlo debe ser erradicada, atento a lo que en esencia su presencia significa.
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