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Paysandú, Lunes 04 de Noviembre de 2013

La Voz del Público

Locales | 03 Nov HOY TAPERA
Gran emoción me causó la llegada de una nota publicada en el diario EL TELEGRAFO, cuyo título es: “La Tapera”. A primera hora de la mañana recibo en el día de mi cumpleaños, el recorte mandado por mi hermano que vive en Paysandú y al leer la nota, de inmediato se agolparon en mi memoria hermosos recuerdos de lo que significó ese ranchito que aparece en la foto, el cual formó parte inseparable de nuestra niñez vivida con gran intensidad en nuestro Paysandú querido.
A esta página literaria, donde --¡tan bien!-- se describe el paisaje y se destaca la figura de ese ranchito, hoy convertido en tapera, permítaseme agregar algunos aspectos de índole históricos. Son algunos pocos datos, testimonios o anécdotas de las muchas que hemos vivido, fundamentalmente cuando éramos niños.
Esta casita o ranchito, está ubicada en una chacra pequeña que perteneció al matrimonio Máscolo-Milano. Desconozco si aún sigue perteneciendo a los descendientes. La señora --Carmen se llamaba--, era hermana de mi abuela Antonia Milano, quien estaba casada con José Spalvier. Es muy probable que cuando yo nací, ya mi abuelo estuviese jubilado como empleado del Ferrocarril. En consecuencia pudieron dedicarse junto con mi abuela, como buenos hijos de italianos agricultores, a cultivar la tierra. Es así que cultivaban esa chacra en medianería con los cuñados.
Todos los días se dirigían a ese lugar desde su domicilio, a pie, cruzando el arroyo Sacra a través de unas piedras que oficiaban de puente y allí trabajaban la tierra, ordeñaban las vacas, descansaban tomando mate dulce. En el ranchito, que en ese entonces tenía su puerta con candado pero sin rejas, guardaban las herramientas, las cosechas y los pocos elementos para preparar su merienda. Ya de regreso, poco antes que el sol se escondiese, recogían leña donde no faltaba en el gran atado que mi abuela se ponía en la cabeza, muchas cortezas secas de los tallos de eucaliptus, que venían muy bien para iniciar el fuego en la cocina económica. Llevaban también varios tarros de leche, y siempre a pie, retornaban a su hogar.
Con bastante frecuencia nosotros, los niños de la casa, acompañábamos a nuestros abuelos, significando por supuesto una gran aventura la tarde que pasábamos con ellos.
Otras anécdotas las dejaremos para más adelante, si se presenta la oportunidad de contarlas. Lo que sí digo, que esa tapera, fue sin duda y lo sigue siendo, una gran referencia para nosotros. Aunque ya no haya nada, sólo el feo olor a humedad, su presencia provoca recuerdos de momentos felices que pasamos junto a nuestros abuelos. Agradezco a los autores de la nota, por haber motivado en mí, el deseo de compartir algunos recuerdos de este ranchito, hoy tapera.
Agrego una foto, donde se ve a mi abuela ordeñando una vaca y dos visitantes observándola. Al fondo se ve parte del ranchito. Al dorso se aprecia el escrito de un saludo y agradecimiento por el vaso de leche que tomaron. Carlos Spalvier


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