Paysandú, Sábado 16 de Noviembre de 2013

Una realidad regional que debió reconocerse antes

Opinion | 16 Nov En un cambio de postura respecto al cerrado y negativo silencio que mantuvo durante buena parte de los momentos más ríspidos de la relación bilateral con Argentina, el canciller Luis Almagro dijo que al gobierno le “preocupa” que las autoridades argentinas le den facilidades a los exportadores de su país que pudieron haber visto resentidas sus actividades por las medidas tomadas recientemente por el gobierno kirchnerista.
“Prácticamente sería subsidiar la posibilidad de tomar medidas contra Uruguay aun cuando quizás el costo económico sea más grande para Argentina, para el exportador y el gobierno argentino. Es algo muy extraño”, afirmó el canciller a El País.
Añadió que “haremos los planteos formales que correspondan y vamos a defender el interés nacional como corresponde”, en tanto al ser consultado sobre la protesta uruguaya en la reunión de la comisión de transporte del Mercosur contra las nuevas medidas adoptadas por el gobierno argentino, Almagro indicó que son “fundamentalmente en referencia a la normativa común entre los dos países que tiene que ver con el Protocolo de Comercio y de Servicio de Montevideo y como las medidas adoptadas están abiertamente en violación a esa norma”
Es decir que aunque en forma algo elíptica, el representante del Poder Ejecutivo por lo menos acusó recibo de lo que en definitiva ha sido la impronta de la Administración Kirchner, en cuanto a dejar la solidaridad y los abrazos solo para los encuentros entre los presidentes, pero a la hora de las decisiones mantener la actitud prepotente y desconsiderada hacia Uruguay.
Por fin el canciller Almagro ha admitido una realidad que rompe los ojos, ha dejado por lo menos en apariencia la actitud genuflexa que había mantenido el Uruguay hasta ahora para no despertar las iras de Cristina Kirchner, y que lo único que ha logrado ha sido envalentonar la sistemática escalada de acciones en perjuicio de Uruguay.
En este caso, argumentando que Uruguay no ha suscripto el acuerdo de libre tránsito en la región --lo que es cierto-- Buenos Aires ha obligado a sus exportadores a transitar por otros puertos, sobre todo el de Río Grande del Sur, dejando de lado al de Montevideo, aunque este movimiento les resulta más caro, en represalia porque el gobierno uruguayo autorizó el aumento de la producción de la empresa UPM Botnia.
Y el punto es que como sostiene Almagro, lo hace adoptando en los hechos una política de subsidio a sus exportadores con tal de que puedan tomar otra ruta sin mermar sus ingresos, lo que es absolutamente fuera de recibo y una agresión directa, un nuevo desplante hacia Uruguay, en una larga cadena de actitudes que dejan por el camino los enunciados de buenas intenciones que de vez en cuando lanza Buenos Aires hacia esta orilla.
El punto es que desde hace rato nuestro país debería dejar de lado sus dependencias ideológicas y la apuesta al Club de Amigos en el Mercosur, para encarar una actitud hacia el mundo actual desprovista de anteojeras. Es notorio que estamos ante falta de acuerdos en las rondas de negociación multilaterales, y que la tendencia actual es integrar esos bloques en espacios aún más grandes. Tenemos así una posibilidad ante la Alianza del Pacífico, integrando a países de toda América con las naciones del área asiática, en tanto la propia China paralelamente se acerca comercialmente al África y a la vez se está acelerando el proceso de negociación entre Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, el Mercosur sigue estancado, con una Argentina que lejos de asomarse al mundo moderno, está en un encierro proteccionista y encaramada todavía a la política interna de subsidios y sustitución de importaciones, y lo que es peor, arrastrando en su inviabilidad a países vecinos como Uruguay, por nuestra dependencia del comercio bilateral y las trabas adicionales que ha impuesto a nuestras exportaciones. En el Mercosur Uruguay ha padecido actitudes negativas de ambos vecinos, desde que Brasil también se ha cerrado a la negociación de bloque a bloque, buscando protagonismo y protegiendo sus intereses, haciendo que el Mercosur perdiera oportunidades como la firma de un TLC con Corea del Sur, o la de haber alcanzado un acuerdo con Europa hace ya muchos años.
Igualmente, vuelve a presentarse la oportunidad de suscribir un acuerdo con Europa, presionada por su crisis económica, la que estaría dispuesta a negociar y a ceder en su intento de proteger a sus sectores agrícolas, históricamente la gran traba para un pacto de esta naturaleza.
Por su parte, Uruguay y Brasil, con el apoyo de Paraguay, están dispuestos a avanzar para acordar, por lo que se está ganando tiempo a la espera de lo que pase con Argentina y Venezuela --un lastre que sumamos por cuestiones ideológicas--, las dos economías más complicadas y retrógradas del bloque.
Es de esperar que se supere la etapa de las “solidaridades” de boca y se haga realmente algo solidario hacia los pueblos, para ampliar sustancialmente el comercio entre ambos bloques y mejorar la calidad de vida, sin anteponer los viejos eslóganes y clichés de la izquierda sesentista que de vez en cuando rebrotan en el partido de gobierno.


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