Paysandú, Miércoles 20 de Noviembre de 2013
Opinion | 13 Nov Hace una semana el gobierno de Paraguay recibió el comunicado de la Organización Mundial de Salud Animal (OIE) por el que este organismo le anunció la restitución del estatus sanitario de país libre de aftosa con régimen de vacunación, el cual había perdido en setiembre de 2011, ante los focos de esta epizootia.
Por supuesto, luego del interregno negativo de más de dos años de pérdida de estatus la decisión del organismo internacional tendrá efectos muy positivos en la cadena productiva guaraní y consecuentemente para la economía paraguaya, que depende en gran medida de producciones primarias.
La decisión de la OIE surge tras haberse desarrollado a principios de octubre una nueva auditoría en la nación mediterránea, con participación incluso de nuestro conterráneo, Dr. Eduardo Paradiso, quien se mostró satisfecho por el “excelente trabajo” que están poniendo de manifiesto productores, técnicos y el gobierno para salir del problema de la aftosa, lo que demuestra que las piezas que componen el esquema están compenetradas de que es fundamental mantener el estatus sanitario para mantener mercados y exportar la producción pecuaria paraguaya.
Por lo pronto, debe tenerse presente que la restitución del nivel sanitario no es una buena noticia solo para Paraguay, sino que lo es para toda la región, incluyendo naturalmente al Uruguay, desde que si bien estos países compiten en el mercado internacional con sus producciones, están todos en el mismo barco, y la aparición de focos de aftosa en cualquier país, con la consecuente pérdida de estatus, en realidad pone a toda la región bajo sospecha y se verifica la reticencia de los compradores, como ha ocurrido en diversas oportunidades.
No pude obviarse lo que aconteció en la crisis de 2001 en el Uruguay, como consecuencia de los focos de la enfermedad “importados” desde la Argentina, que fuero nefastos para nuestra economía, cuando Uruguay tenía el nivel de libre de aftosa sin vacunación, y puedo lograr al cabo de una dura lucha que se le restituyera el estatus, pero de libre con vacunación, ante el riesgo latente de contagio desde las fronteras.
Es que precisamente en una región con fronteras tan abiertas resulta muy difícil aislar un foco de aftosa si no se le detecta tempranamente, evitando que la cosa pase a mayores, y si a la vez todos los actores que tienen que ver con el control e involucrados en la problemática --productores, técnicos, gobierno, institutos sanitarios-- no actúan de consuno y de inmediato para controlar la situación.
En este caso, lamentablemente, como en anteriores situaciones, hay productores que se muestran reacios a comunicar que se ha detectado el foco y pretenden ocultarlo, hasta que las cosas se descubren cuando ya es imposible de ocultar, pero cuando el mal ya está hecho y resulta mucho más difícil evitar la difusión de la epizootia.
Por añadidura, no existen límites ni barreras naturales para controlar la epizootia, como ha quedado demostrado en varias oportunidades, y lo que queda es cerrar a cal y canto las fronteras --lo que resulta imposible en los hechos-- y trabajar denodadamente durante meses y años hasta aniquilar cualquier vestigio de la enfermedad.
Para ello no basta, como ha quedado también demostrado, con la tarea de un solo país, sino que se precisa una coordinación regional entre las entidades de sanidad animal, como se ha logrado a través del instituto regional que los nuclea.
Pero a la vez se requiere un seguimiento pormenorizado de la situación, como se hace a través de las auditorías que se vienen practicando en Paraguay desde el brote, hasta que la Organización Mundial de Sanidad Animal decidió, ante los resultados de la última auditoría internacional, declarar al Paraguay libre de aftosa con vacunación.
A la vez de haberse trabajado con seriedad en estos controles, en contraste con los anteriores tiempos de misterio y el intento de ocultar los hechos para evitar perjuicios, --con el resultado inevitable de generar daños mucho más importantes--, se ha puesto de relieve una mayor cooperación entre los gobiernos y los institutos técnicos tras una historia de recelos y reproches mutuos que mucho mal le hizo a la producción pecuaria de la región, por lo que estamos ante un elemento alentador y signo de madurez de los sectores involucrados. El cierre de este capítulo negativo abierto en setiembre de 2011 es pues no solo una muestra de cómo se deben hacer las cosas ante el infortunio de un brote, sino que conlleva una certificación que reviste capital importancia para impulsar la exportación de carnes de la región, sobre todo de cara a mercados como la Unión Europea y los que se han abierto y ampliado en los últimos años.
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