Paysandú, Martes 26 de Noviembre de 2013

Un ciclo que se acerca al límite

Opinion | 25 Nov En la última década América Latina, y sobre todo los países del subcontinente sudamericano, han sido favorecidos con un escenario económico mundial altamente receptivo a sus producciones primarias, con altos precios y muy buena demanda, lo que ha permitido que se mantuvieran ingresos por encima del promedio histórico de la región, y lo que es aún mucho más importante, de una duración que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial, nada menos.
Es decir, que han quedado atrás los años en que los valores depreciados de las materias primas afectaban seriamente economías como las de Uruguay, altamente dependiente de su base agropecuaria, como lo es ahora, pese a que se han incorporado rubros como la forestación y se ha recuperado la agricultura en base a las inversiones y crecimiento de la superficie de soja.
Pero claro, debe tenerse presente que la economía mundial siempre tiene su cuota de incertidumbre, tiene vaivenes, y que no se puedan trazar planes como si la bonanza fuera a durar para siempre, aún en el caso de países que tienen recursos naturales mucho más abundantes y diversos que Uruguay.
Por ello no deberían caer en saco roto las reflexiones formuladas la semana anterior por la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, quien advirtió en Brasil que “el ciclo económico de América Latina está llegando a su límite” y que ahora se requiere de “estados sólidos” para evitar que se evaporen los progresos de la última década.
Bárcena participó en una reunión de responsables del área de planificación de los países de la región, a quienes alertó sobre la “incertidumbre” que vive la economía global, que en 2013 crecerá un 3,1 por ciento y en 2014 un 3,6 por ciento, según las previsiones. La secretaria ejecutiva de la Cepal considera que ese marco de crecimiento débil puede crear dificultades a las principales economías emergentes y en especial a todos los países de la región.
Apuntó que “vivimos un contexto de enorme dificultad, con un panorama muy complejo” y “con una lenta recuperación económica marcada por la incertidumbre”, que constituye una amenaza palpable para los avances registrados en América Latina, sobre todo en términos de crecimiento económico, empleo, reducción de pobreza y desigualdades, pese a lo cual todavía sigue siendo la región “con la mayor desigualdad del mundo”, sobre todo porque su crecimiento depende de factores “inestables”, como las exportaciones de materias primas y la demanda del consumo interno.
Este es precisamente el punto neurálgico, al que nos hemos referido en más de una oportunidad en esta página editorial, porque la dependencia de las materias primas nos hace muy vulnerables a los avatares del comercio internacional, y si bien en el caso de Uruguay hemos tenido una mejora en el nivel de empleo, por regla general se trata de una oferta de trabajo de calidad media baja y baja, por decir lo menos, y en base a las producciones primarias y lo que éstas derraman en el resto de la economía, a partir de la infraestructura de apoyo.
El punto es que en esta década de ambiente mundial favorable para estos productos primarios, los ingresos adicionales no se han volcado a la inversión en infraestructura y reconversión de la economía para promover fuentes de trabajo que permitan un valor agregado indispensable en tecnología, mano de obra calificada y consecuente precio final, sino que a través del Estado al mismo tiempo se ha aumentado el gasto por encima del adicional de recaudación, al punto que ha crecido el déficit fiscal.
Gran parte de ese gasto, lamentablemente, ha significado lisa y llanamente dilapidar recursos sin retorno, porque cuando se han aumentado presupuestos para sectores como la educación, la salud, entre otros, no se ha trabajado con la exigencia de resultados, y por lo tanto el dinero se ha ido para atender situaciones puntuales sin devolución en mejores servicios.
Y como tampoco se ha invertido lo suficiente en infraestructura de apoyo a los sectores productivos, y mucho menos en promover que se procese más materia prima dentro de fronteras, nos encontramos viviendo el momento, mejor que hace una década, pero siempre dependiendo en gran medida de los avatares de la situación internacional, que como bien advierte la secretaria ejecutiva de la Cepal, sigue con gran incertidumbre y ni siquiera podemos saber lo que nos deparará el futuro inmediato.
Es que seguimos tan dependientes como antes del período de la bonanza que hemos desaprovechado, lamentablemente, y sin marcha atrás a esta altura.


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