Paysandú, Miércoles 27 de Noviembre de 2013
Opinion | 20 Nov Falta poco más de una quincena para el comienzo de la temporada de playas. Más allá del ruego que el Uruguay vuelva a su cauce natural, y que se tenga el tiempo suficiente para una buena limpieza de las playas antes de la inauguración de temporada el venidero domingo 8 de diciembre, hay otras preocupaciones.
La principal es la misma que se viene expresando desde hace bastante tiempo: cómo se mejora la oferta turística en Paysandú; cómo se atrae a aunque sea parte de los miles de turistas que llegan a Colón e inmediaciones, que no solamente no llegan a nuestra ciudad por probables inconvenientes en el puente internacional.
De parte oficial no hay suficiente inversión en la zona costera. Pero también es cierto que tampoco la hay desde el área privada. Esto es, en la zona costera no hay verdadera y real preocupación en invertir para luego recoger beneficios al aumentar el turismo, y al aumentar también la presencia y consumo de los propios sanduceros en el área.
Desde hace un tiempo un grupo de ciudadanos se han unido con la intención de aportar ideas para el mejoramiento de la costa. Posteriormente, sin lograr resultados concretos, ese grupo prácticamente se disolvió, más allá que contaba con el apoyo --por lo menos en la intención de escucharlos-- de la intendencia. Ahora, muy recientemente, otro grupo de “inquietos” de la costa está en proceso de formación con las mismas buenas intenciones.
Pero más allá que la intendencia pueda escuchar propuestas –que después se verá si hace algo--, no hay una verdadera cohesión, un encuentro en la identidad, pues la intendencia sigue siendo quien define posibles inversiones y los ciudadanos apenas si pueden opinar, pero sin posibilidades de incidir en esas decisiones.
En cambio en Piriápolis, desde hace algunos años, se trabaja de manera conjunta entre públicos y privados para el desarrollo turístico. Lo tienen, dicho sea de paso, pero no se duermen en los laureles. Han creado la Asociación de Promoción Turística que tiene representantes de todas las áreas privadas, el municipio, la intendencia y el ministerio del ramo.
Convertido en un ente que tiene potestades y puede tomar decisiones, funciona apropiadamente y concreta emprendimientos y desarrollo. Por aquí el Plan de la Costa es un verdadero fracaso (y debería ser rápidamente desmantelado) y las buenas intenciones de privados en colaborar no encuentran realmente eco. En la medida que se establezca algo similar a lo que bien funciona en Piriápolis, podríamos avanzar –finalmente-- al tan mentado y esperado desarrollo turístico.
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