Paysandú, Miércoles 27 de Noviembre de 2013

Vecinos poco confiables en la región

Opinion | 23 Nov En momentos en que se están registrando cambios en el elenco ministerial en la Argentina, la tónica que se percibe, lejos de una rectificación de rumbos, apunta a una profundización del “modelo”, según se desprende de las expresiones de la jefa de Estado en oportunidad del acto de asunción del nuevo titular de economía del vecino país, Axel Ticillof.
Esta aseveración, lejos de aventar la desconfianza inicial de los operadores, ha contribuido a generar mayor incertidumbre dentro y fuera de la Argentina, sobre todo en países vecinos como Uruguay, ya afectado seriamente por los desplantes y medidas proteccionistas de la Administración Kirchner en lo que refiere al plano comercial y en la relación bilateral.
Pero Uruguay, todavía atado a la política “pendular” de recostarse a la Argentina o Brasil, según como venga la mano, también debe cuidarse de confiarse en nuestros vecinos del norte, porque subirse al estribo de Brasil, como gusta decir el presidente José Mujica, puede ser un paso fatal a la larga.
En estos momentos, con un Mercosur en profunda crisis, las expectativas de tres de los socios del bloque --Paraguay, Brasil y Uruguay-- es avanzar efectivamente en la búsqueda de un acuerdo con la Unión Europea, de forma de llegar a buen puerto en las dilatadas negociaciones --de casi una década-- erizada de dificultades por intentos proteccionistas en ambas partes, pero sobre todo porque Brasil ha tenido entre sus prioridades el lanzarse solo al ruedo para adquirir protagonismo mundial como economía emergente, de la cual ya es parte de los “BRICS” (polo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
La realidad ha resultado diferente, y el gigante norteño se ha plegado más recientemente a la tesis de que el partido es mejor jugarlo entre bloques, recostado sobre la región donde domina, y junto con Paraguay y Uruguay apunta a la negociación Mercosur-UE. Pero de este lado la nota disonante viene de la Argentina, cuya política económica proteccionista no resulta para nada compatible con lo que se promueve, que es la apertura comercial, la complementación y el incremento del intercambio. Por supuesto también está Venezuela, que aunque nadie se atreve siquiera a nombrarla con la excusa de que quedaría fuera en este acuerdo porque es muy nueva, sin embargo es “miembro pleno” del Mercado Común sudamericano y por lo tanto, un lastre que nos hemos agregado por decisión política.
Una de las ideas que cobra fuerza para salvar estos escollos es llegar a dos “velocidades” diferentes para concretar los acuerdos entre bloques, dejando para más adelante la incorporación de la impredecible Argentina, por lo menos una vez que el funcionamiento del acuerdo se haya más o menos consolidado.
Pero el estribo del Brasil tampoco es una fuente de seguridad y un futuro promisorio como lo indica el presidente Mujica, no solo porque nuestros vecinos históricamente han hecho la suya, incluyendo la maxidevaluación que dejó a los empresarios uruguayos con las ruedas para arriba en 1999, sino que tiene también un alto grado de imprevisibilidad, y porque además en la actualidad el escenario socioeconómico brasileño dista de ser el que aparenta.
Hace poco, el FMI y la OCDE, precisamente, divulgaron análisis integrales sobre la economía brasileña, haciendo conocer su inquietud por factores como el bajo crecimiento, desequilibrio externo, amenaza inflacionaria y deterioro de la situación fiscal.
Según un análisis del economista Paulo Levy, para el suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, datos recientes de la actividad económica confirman estos pronósticos, por cuanto después de un buen segundo trimestre, la producción industrial volvió a caer entre julio y setiembre, en un 1,4 por ciento respecto al trimestre anterior, en tanto el crecimiento previsto para este año es apenas del 1,8 por ciento.
El problema brasileño se centra fundamentalmente en la competitividad, déficit en infraestructura y una economía todavía muy cerrada al comercio internacional, con elevada presencia del Estado, alta carga tributaria y exceso de burocracia en la conducción de los negocios.
Por lo demás, la balanza comercial brasileña acumulada en los primeros diez meses del año arroja un déficit de 1.700 millones de dólares, que es el peor resultado brasileño desde 1998, año anterior a la maxidevaluación del real que mencionáramos.
El desempeño negativo de la balanza comercial tiene lugar en un contexto internacional desfavorable, de retracción o menor crecimiento de los mercados brasileños, a lo que se agrega un deterioro de las cuentas públicas por la expansión del gasto, lo que indica, según el economista, que Brasil continúa enfrentándose a la necesidad de ajustes en su economía para poder retomar un crecimiento sostenible a tasas más elevadas, cuando además la coyuntura internacional del próximo año se presenta incierta.
Por supuesto, aún con estas perspectivas, nuestros vecinos del norte no tienen ni por asomo los problemas de la indescifrable y caricaturesca economía de la Administración Kirchner, a contramano del mundo, pero presenta varias interrogantes que hacen que nuestro país deba ser prudente a la hora de la negociación y compromiso bilateral, y que por lo tanto debería seguir apuntando a la diversificación de mercados y socios comerciales, para no caer en otra encerrona.


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