Paysandú, Miércoles 27 de Noviembre de 2013
Locales | 24 Nov (Por Horacio R. Brum) “Yo voté por un candidato que creí que ofrecía algo distinto, pero parece que otros votaron por los bonos que les da el gobierno. En la segunda vuelta ni me molesto en ir a votar”. “No voy a volver a votar; tenía la esperanza de que con mi voto iban a cambiar las cosas, pero no pasó nada”.
Esas son una muestra de las frases recogidas por este corresponsal en las calles de Santiago, a lo largo de la semana que comenzó con la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Los que sí van a volver a votar tienen otros argumentos, como el de esta empleada de un supermercado: “Cuando fue presidenta, Michelle me dio bonos por los niños, que me vinieron muy bien para pagar la escuela. ¡Tengo que acompañarla en la segunda vuelta!”
Con la lista más larga de aspirantes a la presidencia de los últimos 75 años, el 17 de noviembre hubo candidatos para todos los gustos: desde el ecologismo New Age con toques esotéricos de Alfredo Sfeir, exfuncionario del Banco Mundial, hasta una izquierda afín a la Venezuela chavista, encabezada por la dirigente de los deudores habitacionales Roxana Miranda. Intentando reencantar a la gente, el equipo de Michelle Bachelet transformó la desprestigiada Concertación en Nueva Mayoría, con algunas propuestas de hacer lo que no hizo esa coalición en dos décadas de gobierno, como derogar la Constitución de Pinochet y terminar con los negociados en la educación. La derecha se desorientó en una pugna interna entre los sectores reivindicadores de la dictadura y los renovadores apoyados por el presidente Piñera, y tras varios cambios de candidato puso como oponente de Bachelet a Evelyn Matthei, poseedora de una belleza de estatua de granito y un carácter igualmente duro.
En general, los analistas políticos vieron la larga lista de candidatos como un intento de romper el bipartidismo que ha frustrado los cambios que la gente reclama, pero es significativo que, pese a que en algunos círculos de la izquierda se tiene presente el modelo y la historia del Frente Amplio uruguayo, no fue posible forjar una tercera fuerza con posibilidades reales de llegar al gobierno.
Para el doctor Rodrigo Paz, un psiquiatra que se interesa por las causas del malestar social chileno, esto se debe a que “no hay sentido colectivo. La gente es incapaz de generar alianzas... si hubiera más facilidades para inscribir candidaturas habría 17 millones de candidatos, porque cada grupúsculo desconfía del otro y genera identidades parciales... No hay redes, no hay vínculos, no hay capacidad para generar alianzas y eso también tiene que ver con el impacto que tiene el modelo neoliberal. Porque ¿cuál es el mensaje?: arréglatelas solo, emprende solo, porque esta es una jungla y el que no se las arregla solo, está sonado”.
Vistas solamente las cifras de las urnas, no hay dudas de que la Nueva Mayoría de Bachelet propinó una derrota aplastante a la derecha y todos los otros grupos alternativos: consiguió una ventaja de 20 puntos sobre Matthei y 35 sobre el candidato más votado de los demás. Pero como se dice en el habla popular de Chile, “no hay que hacer cuentas alegres”, porque no sufragó ni la mitad de los ciudadanos inscriptos en el registro electoral, que tiene 13.400.000 personas. En ese contexto, Michelle Bachelet obtuvo el respaldo de menos de la cuarta parte de la ciudadanía, lo que hace inevitable el recuerdo histórico de Salvador Allende, quien alcanzó la presidencia con más de los dos tercios de los chilenos votando en su contra y creyó tener el mandato para hacer cambios radicales, con las dolorosas consecuencias conocidas. Bajo este punto de vista, Bachelet no ganó la primera vuelta, sino que perdieron la derecha desorganizada, y perjudicada por la mala imagen del gobierno de Sebastián Piñera, así como un conjunto de candidatos incapaces de dejar de lado sus egos y las sutilezas ideológicas para formar una gran coalición.
En las elecciones parlamentarias que acompañaron a la primera vuelta, la remaquillada Concertación consiguió unas reducidas mayorías en ambas cámaras, con lo cual será posible concretar algunas de las promesas de la expresidenta que seguramente volverá al palacio de La Moneda, como la verdadera gratuidad de la educación pública. Sin embargo, no tendrá las manos libres para deshacerse del corsé de hierro que es la Constitución dejada por Pinochet, contra la cual se pueden estrellar muchos otros intentos reformistas.
Por otra parte, la Democracia Cristiana (DC), que en este país suele ser más cristiana que demócrata, ya está haciendo un trabajo de quinta columna en la Nueva Mayoría, con miras a levantar la voz en la discusión de otras promesas de Bachelet, como el matrimonio para los homosexuales y la revisión del tema del aborto.
A las 48 horas de la primera vuelta comenzó las conversaciones con el minoritario Partido Radical, para formar una bancada conjunta en la Cámara de Diputados.
La versión oficial es que la DC busca abrir “un espacio de convergencia”, aunque lo que queda en el secreto del confesionario bien puede ser un intento de contrabalancear el peso de los partidos Comunista y Socialista en la alianza que dirige la socialista Bachelet.
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