Paysandú, Martes 03 de Diciembre de 2013
Opinion | 26 Nov Cada 25 de noviembre se plantea el flagelo de la violencia doméstica en Uruguay con cifras alarmantes, posicionando al país entre los peores del mundo en relación a la cantidad de habitantes, al punto de registrarse denuncias por encima de las que corresponden a hurtos y rapiñas.
La legislación y los servicios multidisciplinarios que a nivel insterinstitucional se encuentran disponibles han aportado una mayor visibilidad del problema, pero no alcanza.
La predisposición de amparar a las víctimas y la accesibilidad a una mejor capacitación técnica se enfrentan a la continua naturalización del flagelo en todos los niveles sociales, además de otros aspectos que se han sumado en los últimos años. Las redes sociales y la constante mediatización de las emociones aportan su grano de arena que moviliza sentimientos escondidos, demostrando una violencia interna en el ser humano aún más potente que una trompada.
Dejar plasmadas sus impresiones luego de un partido clásico con gruesos epítetos hacia el equipo contrario, abonan a reflexiones que van más allá de la bromas para transformarse en agresiones verbales que no se transcriben en un debate que solucione la problemática de la violencia en la sociedad, que luego se trasladará a una cancha deportiva. Lo ocurrido en el estadio Centenario es más de lo mismo y permite dudar sobre la aplicabilidad de la normativa vigente.
O el condicionamiento cultural existente al momento de informar sobre un caso de abuso, cuando la víctima fallece bajo otras circunstancias. El manto de duda sobre las causas de su muerte permanecen por encima de su condición de vulnerabilidad social o económica y se hace referencia estricta a su vinculación judicial con el caso anterior, sin visibilizar el problema de fondo.
Es decir, la violencia cultural ejercida a la máxima potencia tanto se trate de una localidad, ciudad del Interior o capital del país. Este es un tema no resuelto sobre el cual será imposible legislar para cualquier gobierno y aceitar a cada uno de los eslabones de la cadena de responsabilidades para que asuman sus funciones se transformará en otra difícil tarea.
O considerar al país como un territorio unificado, donde se desarrollen las mismas medidas tanto en Montevideo como el Interior. De hecho, mientras se recordaba este día, una mujer fue asesinada en Artigas y otra en Rivera.
Sin dejar de mencionar la constante violencia que demuestra la clase política en esas mismas redes sociales que utilizan para proyectarse, teniendo en cuenta que son personajes ampliamente visibles y que cada cosa que digan o hagan tendrá un efecto rebote en la sociedad.
Deberán tener en cuenta que lo que digan después en contra de la violencia será simplemente pirotecnia verbal, porque las verdaderas soluciones están en los comportamientos individuales.
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