Paysandú, Martes 03 de Diciembre de 2013
Opinion | 03 Dic Este lunes el Parlamento del Mercosur (Parlasur) reanudó sus sesiones tras una parálisis de dos años y medio motivada, en parte, por el conflicto con Paraguay por el ingreso de Venezuela al bloque, pero paradójicamente los representantes de la nación caribeña no se hicieron presentes en esta convocatoria.
Antes de una reunión de la Mesa Directiva del Parlasur previa a su XXVIII Sesión Ordinaria, el diputado uruguayo Ruben Martínez Huelmo, quien preside esa instancia, informó que la ausencia de los venezolanos se debe a las elecciones municipales del próximo domingo en su país.
Según Martínez Huelmo, la representación venezolana informó de su ausencia por carta el miércoles pasado, pero la presidencia del Parlasur prefirió no informar de la misma porque el jueves y el viernes estuvo haciendo “gestiones” para que Venezuela cambiara su postura.
El diputado del Frente Amplio detalló que esta semana los parlamentarios venezolanos “tienen que votar una ley muy importante sobre economía” y además han argumentado que el domingo se celebran elecciones municipales en su país.
Pese a que Venezuela ingresó al bloque regional el año pasado, ostenta la secretaría pro témpore e iba a participar por primera vez en el Parlasur, pero estos requerimientos en su país, según Martínez Huelmo, se deben tomar “con total naturalidad” porque “ha presentado la nómina de sus legisladores y no ha habido obstáculos”.
Eso de considerar como natural alguna irregularidad no debería sorprender a nadie en el Mercosur, desde que el bloque regional, si por algo se ha caracterizado, es por sus desprolijidades, por su falta de organicidad e institucionalidad, y más aún cuando a partir del acercamiento ideológico entre los países que integran el acuerdo, éste ha funcionado como un club de amigos, a través de decisiones por conciliábulo de presidentes. Debe tenerse presente que Venezuela entró como miembro de pleno derecho al Mercosur tras la suspensión temporal de Paraguay en junio de 2012 a causa de la destitución del presidente Fernando Lugo, que fue vista como una ruptura del orden institucional por sus socios del bloque regional. Sin embargo los “amigos” han hecho la vista gorda ante los desbordes autoritarios del presidente Nicolás Maduro, incluyendo el acto eleccionario reciente en que sin trámite fueron desestimadas las denuncias de fraude de la oposición y no se investigaron debidamente los hechos que se protestaron.
Además, la incorporación de Caracas se concretó sin que el Senado paraguayo ratificase --y todavía no lo ha hecho-- el tratado de adhesión de Venezuela, que, sin embargo, en julio pasado asumió la presidencia temporal del bloque.
La suspensión de Paraguay fue levantada por los otros tres países, es decir Uruguay, Argentina y Brasil tras la asunción de Cartes, pero el gobierno de Asunción aún no reconoce a Venezuela como miembro de pleno derecho.
El punto es que si el Mercosur ha fracasado como bloque, sobre lo que a esta altura ya nadie puede tener ninguna duda, porque ha sido desvirtuado en su esencia, mucho menos tiene razón de ser el Parlasur, una burocracia parlamentaria adicional para que se recreen legisladores que no están en condiciones de decidir nada, para simplemente ocuparse de la política internacional, por el debate mismo y generar gastos adicionales, nada menores por cierto, y a tono igualmente con un bloque que sigue en picada.
Y si Venezuela no da la talla como ejemplo de democracia, por régimen autoritario --esa fue precisamente la excusa para suspender a Paraguay, cuando el expresidente Fernando Lugo había sido destituido en aplicación de lo establecido en la Constitución paraguaya-- a fuer de sinceros tampoco la da Argentina, que sigue encerrada en un régimen proteccionista “al estilo de 1960”, como dijera el propio presidente José Mujica al diario brasileño Zero Hora, y que arrastra al vacío decididamente a un Mercosur que hace rato que ha dejado de generar expectativas en sus socios.
Es que de aquel tratado que tuvo como propósito crear un espacio económico integrado para “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, a través, entre otros, de la eliminación de los derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías y de cualquier otra medida equivalente”, están quedando solo los jirones, y el delirante Parlasur, para nada que valga la pena, es otro buen ejemplo de inoperancia institucionalizada en la región.
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