Paysandú, Miércoles 04 de Diciembre de 2013

OPINIÓN

SOLICITADA

Locales | 01 Dic Aclarando dijo
un tambero
El domingo 10 de noviembre, en el editorial de EL TELEGRAFO titulado “Nuestra música y nuestros músicos”, con el cual comparto, se deslizó un error con respecto a un hijo del sanducero Alfredo Eusebio Gobbi, donde dice “su hijo Alfredo Floro Gobbi, oriundo de Paysandú”.
Alfredo Julio Floro Gobbi Rodríguez, nació en Francia, en París el 14 de mayo de 1912, cuando sus padres Alfredo Gobbi, nacido en Paysandú y Flora Rodríguez, que era de origen chileno, se encontraba en Europa enviados por la casa Gath y Chaves para la grabación de discos y hacer varieté por Europa, justamente con el porteño Angel Villoldo, quien fue el padrino de Alfredito.
Volvieron a Buenos Aires cando venía lo que se llamó la Primera Guerra Mundial. Alfredito tenía ocho meses. Su niñez transcurrió en el barrio de Villa Ortúzar, de ahí en más su ciudad por adopción fue Buenos Aires. Inició sus estudios de música a los seis años, practicaba armonio, orientado por su hermanastra mayor, cursando luego violín. A escondidas de su padre vendía naranjas por la calle para costearse el boleto de tranvía y la entrada al select Lavalle, donde tocaba el sexteto de Julio De Caro, su gran pasión artística desde la primera hora. Actuó luego en tríos y cuartetos amenizando bailes de patio, debutando formalmente en el tango como violinista en la orquesta del pianista Casanova, en el Centro Italia Unita. A los catorce años integró la orquesta del Teatro Nuevo, mientras cursaba estudios superiores de violín. En 1927 integró el conjunto de Juan “Pacho” Maglio en el Pabellón de las Rosas, y luego se desempeñó con Roberto Firpo, Manuel Buzón, Anselmo Aita, y el melense Mario Pardo; recibiendo el espaldarazo con profesional en el sexteto Vardaro- Pugliese, juntamente con Aníbal “Pichuco” Troilo y Ciriaco Ortiz. Alberto y Osvaldo Pugliese, Joaquín Do Reyes, Pedro Laurenz, Armando Baliotty y el montevideano Pintín Castellanos, contaron con su aporte, con su sobria y estupenda calidad como violinista ejecutante. Es de destacar que cuando actuaba con Pintín en Montevideo el cantor era el montevideano Eduardo Ruiz, a quién en 1944 el maestro Ricardo Tanturi lo rebautizó en Buenos Aires, Enrique Campos.
Como director Alfredo Gobbi, “el violín romántico del tango”, arranca a fines del 42, actuando en la boite Sans Souci, comenzando a grabar para Víctor en 1947 su primer disco, “La Viruta”, de Vicente Greco; y el vals “La entrerriana”, de la autoría de su padre, con las voces de Carlos Heredia y Hugo Soler. Así luego siguió incorporando grabaciones instrumentales, para la mejor antología del género tango. También pero en un plano menor, cantables con variados vocalistas. Carlos Almada, Jorge Maciel, Pablo Lozano, Tito Landó, Alfredo del Río, Óscar Ferrari, Angel Díaz, y otros pasaron por su agrupación. A partir de 1957 la labor como director de Alfredo Gobbi (h) se hizo discontinua, quizás a raíz de la situación social política, aunque siempre en el mismo nivel de jerarquía. Alternó ese tiempo con actuaciones como solista de piano en algunos locales nocturnos de la zona del Once. Pero su orquesta siempre estaba, con ella fue creador y cultor de un estilo de fundamental transcendencia entre las mayores expresiones instrumentales del género, al cual aportó concepciones y promoción como tanguero sin par. Músicos de muy destacada actuación se formaron a su lado sintiendo la gravitación de su estilo: Mario Demarco, Raúl Garello, el duraznense César Zagnoli, Osvaldo Piro, supieron integrar su orquesta. Dentro de la mística porteña y bajo esa suerte como perspectiva vivió la ciudad y cruzó su noche, su música, en la muy rica diversidad de facetas, cobró lo particular que lo hizo inconfundible. Su presencia “milonguera” por su marcación rítmica altamente tanguera, fue algo capital en su labor de intérprete y autor. Como director en sus versiones orquestales alcanzó igual relieve su tarea violinística, de raíces “decareanas”, tanto en sentido conductor, cuando su orquesta íntegra cobraba el sabor, la sonoridad al orden del fraseo de su violín. Invariable buen gusto, profundamente emotivo, con el arco “lleno de tango”, dejando pasajes solistas de auténtica maestría. Entre tantos de su autoría está el que dedicó a su colega y gran amigo, Orlando Goñi (1949); “El andariego” (1947) dedicado a su padre sanducero, temas que grabó con su orquesta como así también fueron grabados por Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese. Los comentaristas críticos más prestigiosos del tango siempre ponderaron muy positivamente la obra de Alfredo Gobbi, como don Luis Adolfo Sierra en su historia de la orquesta típica, dejó escrito que no le fue fácil caracterizar la orquesta de Gobbi. El mismo eminente tangólogo lo reconoció: La creciente contribución de Gobbi a la estilística del tango encierra ese algo tan suyo, tan difícil de definir, que no puede traducirse más, que en la sonora belleza de su orquesta. Su orquesta, no más numerosa que las habituales, sonaba a gran orquesta y el oído menos entrenado lo percibe en sus grabaciones, que no envejecen. Troilo le dedicó uno de sus tangos más entrañables, “Milonguero Triste”; el maestro Eduardo Rovira, “El Engobbiado”, y Astor Piazzolla compuso y “pintó” a su modo, “Retrato” de Alfredo Gobbi.
Gobbi murió muy joven, el 21 de mayo de 1965, hacía una semana había cumplido 53 años. Pero que salió tanguero, no le quedaba otra. Como para no serlo, si fue hijo del sanducero Alfredo Gobbi y ahijado de Angel Villoldo, ¿qué me Contursi? Blas Viola


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