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Paysandú, Jueves 05 de Diciembre de 2013

La felicidad del dar

Opinion | 04 Dic Mañana 5 de diciembre, se celebra el Día Internacional del Voluntariado para el Desarrollo Social y Económico, declarado por las Naciones Unidas en 1985. Se destaca la labor de quien “por elección propia, dedica una parte de su tiempo a la acción solidaria, altruista, sin recibir remuneración por ello”. Ser voluntario es poner manos a la obra, es poder y querer. Y lo mejor es que cualquiera puede ser voluntario, sin límites de edad, sexo, ubicación geográfica o cualquier otra cosa.
El que mañana se dedique el día especialmente a los voluntarios --del mismo modo que ayer se hizo con las personas con discapacidad que, precisamente, necesitan de los voluntarios-- permite reconocer oficialmente la labor de todas aquellas personas que contribuyen de forma voluntaria y altruista a la mejora de su entorno. Para generar una conciencia solidaria que permita involucrarnos en el desarrollo ecuánime y sostenible de todo el mundo, es importante asumir la capacidad de acción y transformación que, individual y colectivamente, todos podemos ejercer.
En Uruguay los voluntarios se nuclean en muchas asociaciones y organizaciones, desde las clásicas como el Club de Leones o el Rotary Club, hasta quienes ante una necesidad dada se reúnen espontáneamente para ayudar al prójimo.
No obstante hay mucho por hacer y en lo que avanzar. Es cierto que hay muchos voluntarios en Uruguay, pero no hay realmente una conciencia que nos motive desde pequeños a trabajar en el voluntariado. Sería muy bueno instrumentar una coordinación central y efectiva para que en cada ciudad, en cada comunidad, haya oportunidades de voluntariado. Desde compartir algunos momentos con el abuelo de la cuadra que vive solo, ayudándolo en sus mandados, hasta planificaciones con participación masiva para concretar determinados proyectos en beneficio de todos.
Lo que debe comprenderse es la felicidad del voluntariado, la importancia de sentirse realizado simplemente entregando un par de horas por semana al prójimo, a acciones en defensa de la comunidad. Cosas tan sencillas como ocuparse de mejorar paseos públicos, o de mantenerlos limpios tras los ataques de los vándalos de siempre. Todo ayuda pero también todo enriquece personalmente. Más allá de la responsabilidad de las autoridades de tal o cual tipo, el voluntariado refleja claramente que entre todos es mejor, que entre todos la vida en un mismo espacio será mejor y más provechosa.
El voluntario conoce del esfuerzo que se necesita para concretar proyectos o para cuidar desde el medio ambiente hasta a los niños con necesidades especiales. El voluntariado es, en esencia, una persona feliz. Que es lo que todos queremos ser.


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