Opinion | 09 Dic Aunque es un tema que está presente desde hace décadas, pero en forma cada vez más asidua, es notorio que surgen de los foros internacionales cada vez con mayor evidencia las dificultades de reversión de la incidencia del cambio climático, el uso irracional de los recursos naturales y su consecuente posibilidad de agotamiento en el mediano y largo plazo.
Los países o regiones que cuentan con mayor reserva de recursos naturales se encontrarán en mejores condiciones de atender las necesidades de sus ciudadanos, pero también para abastecer a poblaciones que tienen dificultades en el acceso a estas necesidades primarias con sus propios medios.
Ocurre que en esta problemática estamos ante una distribución desigual, si tenemos en cuenta que el cinco por ciento de la población mundial consume la mayor parte de la producción energética del globo, de la misma forma que en lo que refiere a la alimentación y consumo de bienes y servicios.
Ello tiene como consecuencia directa una sobreutilización de recursos naturales en desmedro de otros grupos de población que no acceden de la misma forma a este consumo y que resultan postergados a la hora de la distribución.
El crecimiento de la población mundial, aún teniendo en cuenta que a un menor ritmo en los últimos años, sin dudas pone a prueba la capacidad del ser humano para adaptarse a este desfasaje entre oferta y demanda de recursos, aún asumiendo que las nuevas tecnologías permiten un uso más eficiente y hacen rentable la extracción y explotación de energéticos y materia prima cuya utilización resultaba antieconómica.
América Latina, por sus condiciones naturales, es un reservorio de enormes proyecciones en esta área, y uno de los grandes desafíos que enfrentará su agricultura es prepararse para poder atender el gran aumento de demanda mundial de alimentos, que de acuerdo a las proyecciones alcanzará en 2050 el doble de lo que se produce actualmente, que alcanza a 2,8 billones de toneladas, de acuerdo a lo evaluado en su momento en el foro internacional “Perspectivas de la Agricultura del Cono Sur visión 2030”.
Así, las previsiones indican que el sector agropecuario deberá aumentar en solo 40 años un volumen de la magnitud que le llevó a la humanidad miles de años llegar, y en este escenario América Latina tiene como destino natural ser posiblemente el mayor generador de productos primarios del mundo para la alimentación.
Ello tampoco va a ser una tarea fácil, si se tiene presente que deben administrarse recursos naturales con el mejor criterio posible, por cuanto no se trata solo de limitarse a ser un mero abastecedor de granos y carne sin agregar valor a estas y otras producciones.
El rumbo que corresponde, para ir a más y optimizar las ventajas naturales de la región, es encaminarse al crecimiento con desarrollo, por más tentadores que sean los precios de la producción primaria e inviten a “quedarse en la cómoda”, sin evolucionar en calidad, valor agregado y precios.
Es así que América Latina se perfila como la región donde más crecerá la agricultura y que además lo hará más rápido que en otras zonas, continuando y aún acentuando la tendencia de los últimos años, si tenemos en cuenta que hace una década la producción agrícola de América Latina representaba el 14 por ciento de la producción mundial y hoy ya representa casi la quinta parte. Según las previsiones de la FAO, América Latina representará el 23 por ciento de la producción agrícola mundial en el 2020.
Uruguay, como parte de este escenario, además de autoabastecerse, es a la vez un productor con grandes excedentes, por cuanto nuestro país exporta el 95 por ciento del arroz que produce, el 75 por ciento de la carne, el 70 por ciento de la leche y el 70 por ciento del trigo.
Por lo tanto, aún con estas perspectivas promisorias desde el punto de vista de las condiciones naturales, este escenario auspicioso debe potenciarse, ante necesidades logísticas, apuntando a una mejora de la productividad, a la incorporación de tecnología y procesos de valor agregado, más allá de las ventajas comparativas y oportunidades que no deben desaprovecharse.