Paysandú, Viernes 13 de Diciembre de 2013
Opinion | 08 Dic Sin dudas que en los últimos diez años América Latina ha resultado beneficiada por un escenario internacional ampliamente favorable para la exportación de sus materias primas, con precios muy por encima de los años anteriores, y este factor ha resultado fundamental para que la región recibiera ingresos como nunca antes, a lo que se han agregado condiciones del circuito financiero internacional con muy bajas tasas de interés y capitales proclives a invertir en la región.
Prácticamente ningún país de la región ha escapado a estas condiciones, aunque notoriamente no en todos lados se ha capitalizado de la misma forma esta coyuntura favorable, aportando para infraestructura, desarrollo tecnológico y capacitación de recursos humanos para que no nos eternicemos solo exportando materias primas en base a condiciones ventajosas para producir, sino a la vez exportando productos semielaborados y terminados para mejorar calidad de vida, reducir dependencias y acompañar el crecimiento con desarrollo.
Por supuesto, tampoco se caracteriza la región por su previsibilidad ni sus gobernantes por hacer lo que se debe hacer, sino que las desigualdades sociales, las deficiencias en infraestructura, la apuesta al cortoplacismo por intereses electorales y políticas voluntaristas han sido un gran obstáculo para pavimentar el camino hacia el desarrollo y ponernos a cubierto para la época de las vacas flacas.
Las empresas no tienen como escapar a este déficit de gestión de los gobiernos como regla general, aunque hay países que han hecho las cosas mejor, como Chile, y otros que están en el extremo opuesto, como Venezuela y Argentina, en tanto países como Uruguay, Brasil, Perú, se encuentran en una situación intermedia, donde no todo se hizo bien y sin dudas se han desaprovechado las facilidades que como nunca nos ha ofrecido la coyuntura. Es así que no puede extrañar que de acuerdo a un reciente informe del Banco Mundial (BM), presentado el viernes, pese a los avances de América Latina y sostener el crecimiento mundial en los últimos años, la región languidece en innovación y ciencia.
El reporte paralelamente deja claro el déficit en capacitación y especialización que padecen países como Uruguay, que cuenta por ejemplo con una tasa de ingenieros que se encuentra muy por debajo de su potencial y es de las peores en la región, en un contexto crónico que también afecta al resto de los países de América Latina.
Según da cuenta El Observador, Augusto de la Torre, economista jefe para América Latina y el Caribe del BM, las compañías formales tienen un déficit en innovación y baja inversión en innovación y desarrollo (Y&D), al punto que consideró que “aún las empresas estrella innovan poco y cuentan con una baja penetración en mercados de exportación”, y en este contexto las “multilatinas” muestran un mejor desempeño que las locales, pero de todos modos, comparadas con otras empresas a nivel mundial, especialmente las asiáticas, “se innova mucho menos”.
Aclaró sin embargo que “la brecha de innovación es estructural, no es problema de las empresas individuales”, lo que habla a las claras de que la culpa no es de las empresas sino fundamentalmente del escenario en que se desenvuelven, el precio que pagan por desarrollar actividades en un marco de carencias estructurales, déficit en gestión del Estado e infraestructura de apoyo, además de economías por lo general de pequeña y mediana escala, falta de incentivos y capacitación de mano de obra, no solo de técnicos.
Debe tenerse presente que en América Latina la inversión en investigación y desarrollo solo representa casi el 2 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) industrial, mientras que en los países de altos ingresos el registro supera el 14 por ciento.
El jerarca del Banco Mundial además identificó tres grandes áreas en las que la región está en debe: la baja competitividad --especialmente en servicios--, capital humano --nivel educativo bajo, donde hay déficit de ingenieros y de destrezas en tecnología y ciencias-- y en asuntos jurídicos, en el que la propiedad intelectual no está clara y en donde los jueces “no conocen mucho de temas empresariales”.
Seguramente que con las primeras dos áreas el Uruguay está identificado plenamente en cuanto a las carencias, y en el tercero, tal vez esté un poco mejor, con el debido asesoramiento cuando se requiere. Pero de lo que no hay dudas es de que el rezago existe, que es crónico y que en nuestro país, teniendo en cuenta los graves problemas de la enseñanza, la formación y la capacitación, a lo que se agrega el déficit estructural y la gestión del Estado, hay demasiadas cosas para corregir como para ser optimistas en el corto y mediano.
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