Paysandú, Lunes 16 de Diciembre de 2013
Opinion | 13 Dic Las protestas con paro de actividades de policías de varias provincias argentinas, que en algunos casos aún continúan, han provocado saqueos, caos, heridos y muertos. Ciertamente demuestran que la sociedad --en algunos aspectos-- en lugar de avanzar retrocede.
Hace miles de años la humanidad se basaba esencialmente en que cada cual defendía sus pertenencias y su lugar. De hecho imperios enteros se construyeron en base a la conquista de otras tierras y el saqueo de las mismas, además del sojuzgamiento de sus habitantes.
Han pasado los milenios y de pronto una realidad similar aparece. La excusa es que como no había policías que impongan orden, parte de la población --aunque no queda claro exactamente cuál-- se lanzó contra supermercados y cualquier tipo de comercios con la intención de saquearlos. No importaba el rubro, lo importante era hacerse con algo de mercadería sin pagar por ello.
Los noticieros de televisión mostraron una y otra vez las escenas de saqueos. No se trata, conviene decirlo, de escenas únicas. En Londres, en agosto de 2011, se vivieron similares. Lo mismo ocurrió en algunas ciudades venezolanas en noviembre pasado. Y en Estados Unidos en varias oportunidades. Por solo citar algunos ejemplos.
Es cierto que es imprescindible la presencia policial para garantizar el buen vivir en las comunidades, pero no es cierto que la falta de policías deje la puerta abierta para que se cometan todo tipo de delitos.
De hecho, el ser humano no solamente sabe sino que comprende y acepta que debe respetar la propiedad ajena, la vida de los demás y así por el estilo. No se trata que tengamos la fiera interior encerrada solamente porque hay policías en la calle, sino porque estamos convencidos de que es la única manera de vivir en sociedad. Respetar para ser respetado.
Ver nuevamente esas escenas de saqueo y violencia, profundizan la preocupación por la sociedad (en modo general) que construimos. Hoy es la “casa” del vecino, pero bien puede ocurrir en el paisito, apenas se tenga una oportunidad similar.
La violencia está en nosotros, no es ninguna novedad. De lo que se trata es de establecer políticas educativas que, desde temprana edad, busquen la reducción de esa violencia y afirme los valores humanos esenciales.
Eso se hacía antes en el seno del hogar, pero la vida cotidiana ha cambiado, los dos padres trabajan y tienen escaso tiempo para la educación de sus hijos, por lo que es necesario que junto a sus deberes inalienables de ayudar a su prole, encauzándolos por la buena senda, haya otras políticas más generales con el mismo objetivo.
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