Paysandú, Miércoles 18 de Diciembre de 2013
Opinion | 11 Dic Ayer se aprobó el experimento --tal como lo admitió el propio presidente de la República, José Mujica, en agosto pasado en una entrevista con la AFP--. Uruguay es ya campo de prueba para el consumo libre de marihuana por todo ciudadano de 18 años en adelante que así lo quiera.
Mujica sostiene que con esta ley aprobada por el Senado (venía con media sanción de Diputados), Uruguay puede “hacer un verdadero aporte a la humanidad” y establecer “un conjunto de disciplinas que sirvan para enfrentar el problema”.
No piensa eso el 63% de la población que se opone a liberar la producción y consumo de marihuana. El gobierno --como en el caso de la minería de gran porte, el puerto de aguas profundas y siguen firmas-- una vez más le dio la espalda a lo que la ciudadanía quiere, piensa o desea.
Es cierto, esto es una democracia representativa, por lo que los votantes le entregamos el poder de decisión a quienes elegimos. Pero por otro lado, también es cierto que este gobierno en particular, ha demostrado que no ha permitido discutir en profundidad temas que son realmente complejos.
Por caso el de la marihuana. La sensación de que Uruguay fue elegido para banco de pruebas es clara. Mucho más que una idea genial de Mujica, aparece con mucho más fuerza la presión de ciertos sectores internacionales interesados en probar con una apertura en la producción y consumo de marihuana.
Aunque casi ni se los nombra, detrás de este experimento parece estar la Comisión Global de Política de Drogas --integrada por los expresidentes de Colombia César Gaviria y de México Ernesto Zedillo, entre otros-- que sostiene que la guerra contra las drogas ha fracasado.
No obstante, en Uruguay el consumo de marihuana no es (es decir no era) un problema mayor (menos del 5% de los uruguayos son consumidores). El consumo libre puede convertirlo en algo grave y por varias razones. Por un lado podrá ampliar la cantidad de consumidores atraídos por la legalidad. Por otro, nada mejora para los jóvenes, que no pueden comprarla ni acceden a programas alternativos.
Uruguay no vive una situación tan extrema pero aún así, es un campo de experimentación.
Parece demasiado ingenuo pensar que la legalidad de la marihuana terminará con su tráfico entre sombras. Por el contrario, cuando se termine la provisión permitida por el Estado, probablemente aumente. No obstante, es cierto, hay que esperar el resultado del experimento.
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