Paysandú, Jueves 19 de Diciembre de 2013
Opinion | 14 Dic En las últimas horas sorprendió --¿sorprendió realmente?-- que la dictadura coreana, en pocas horas, defenestró y ejecutó al tío del dictador Kim Jong Un, por mandato naturalmente de éste, lo que reafirma que no solo estamos ante una dictadura feroz, donde las purgas incluso harían palidecer de envidia a la propia Unión Soviética de Stalin, sino que lo que es peor aún, no le interesa por lo menos salvar las apariencias, como hacen otras dictaduras que intentan más o menos “lavar” su imagen.
Uno de los argumentos para ejecutarlo fueron los “aplausos insuficientemente vigorosos durante los discursos de su sobrino”, y según los observadores políticos internacionales, una de las interpretaciones para esta medida es que hay síntomas de inestabilidad y que de esta forma el mandamás pretende demostrar que mantiene el control absoluto en su país.
Ocurre que tampoco era “cualquier” pariente, sino que el máximo líder de Corea del Norte, eliminó a su tío y mentor con feroz eficacia, en una purga que ha resultado la más violenta en las altas esferas del Estado desde hace décadas.
Así, para Cha Du-Hyeogn, de la fundación coreana, la ejecución de Jang Song-Thaek, anunciada el viernes por Pyongyang, disimula “una inestabilidad crónica” en ese país comunista dotado del arma atómica.
“Corea del Norte necesita un chivo expiatorio para exonerarse de todos los fracasos” económicos y políticos, apuntó este analista. “Pero si la purga se extiende, podría socavar la base sobre la que se apoya” Kim Jong-Un, quien dirige el país desde diciembre de 2011, añadió.
Según declaraciones recogidas por la agencia oficial norcoreana KCNA, Jang reconoció durante su juicio “haber intentado atizar las quejas del pueblo y del ejército contra los fracasos del actual régimen en la gestión de la situación económica y de los medios de subsistencia de la población”, y todo indica que con estas palabras se reconocen --aunque sea de manera indirecta-- los graves problemas económicos del país.
Pero no puede soslayarse la demostración sin disimulo de la ferocidad del joven líder Kim Jong-Un, de unos 30 años, quien sometió a su tío a un arresto y humillación pública --a través de la difusión de fotos-- y a un “juicio” expedito que concluyó en tan solo unos pocos días con su ejecución.
Así, según Yang Moo-Jin, de la Universidad de Seúl, “es poco común que la ejecución de un alto dirigente sea llevada a cabo de manera tan pública. El objetivo es inculcar un terror máximo entre la población para garantizar la lealtad hacia Kim Jong-Un y consolidar el poder entre sus manos”.
Los agravios enunciados contra Jang durante su juicio --aplausos insuficientemente vigorosos durante los discursos de su sobrino, por ejemplo-- son una muestra de un reforzamiento del culto a la personalidad, añadió Yang Moo-Jin.
Estamos por cierto ante una dictadura feroz, la última que pretende reivindicar in totum las bondades del régimen comunista, pero tan impredecible y peligroso, al contar con armamento atómico que incluso no tendría demasiado reparo en usar llegada las circunstancias, que hasta los propios comunistas guardan distancia del régimen, lo que habla a las claras de que el dicho popular de “más peligroso que mono con metralleta”, ha dejado de ser una abstracción para constituirse en una amenaza real.
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