Opinion | 17 Dic La prevalencia del consumo de alcohol se ha incrementado en los últimos años, en tanto que ha disminuido la edad de inicio en un contexto en el que la fiscalización de la venta de alcohol a menores de edad es casi inexistente.
De acuerdo a datos de la Junta Nacional de Drogas, entre 2001 y 2011 el consumo de alcohol entre los uruguayos pasó del 53,28% registrado en el 2001 entre aquellos que consumieron alcohol en los últimos 30 días al 55,3% en 2011.
Aún más importante es el incremento de alcohol medido como consumo a lo largo de la vida. En 2011 el 92,4% de la población de entre 15 y 65 años había probado a lo largo de la vida, cifra 10 puntos porcentuales superior a la registrada en 2001.
La edad media al inicio del consumo de alcohol se sitúa en 16 años. Al igual que en el consumo de tabaco, las estadísticas muestran que los jóvenes se inician más temprano en el consumo de alcohol y se han desdibujado diferencia en cuanto a sexos en relación a este indicador.
Por su parte, el gobierno nacional presentó al Parlamento un proyecto que prevé la creación de una Unidad Reguladora de Bebidas Alcohólicas (URBA) que dependerá de la Presidencia de la República que, entre otros cometidos, regulará también “las actividades tendientes a distribuir, comercializar, expender, ofrecer a título gratuito, consumir, promocionar, patrocinar y publicitar bebidas alcohólicas”.
Esta Unidad otorgará las licencias y registros que serán necesarios para distribuir y comercializar alcohol, y administrará el dinero que se obtenga de la Tasa Preventivo Sanitaria para el Financiamiento de las actividades, y que se cobrará por la venta de bebidas alcohólicas, estimándose que ese impuesto ascienda a 30 millones de dólares anuales.
La industria cervecera criticó el proyecto del gobierno en el entendido que “es un conjunto muy severo de sanciones y prohibiciones que no se traduce exactamente en lo medular de la problemática, es decir, en los jóvenes de entre 13 y 18 años”.
Más allá de los diversos intereses que puedan existir, la crítica no es menor y debe ser tenida en cuenta. El consumo cada vez a más temprana edad se ha vuelto también una cuestión cultural que debe ser atendida como problema. Por otra parte, la aprobación de prohibiciones y obligaciones referidas a las fiscalización no garantiza por sí misma nada puesto que ya existen normas de ese tipo --por ejemplo, la prohibición de venta de alcohol a menores-- y se controla poco y de forma inadecuada. Asimismo, es absurdo que mientras respecto a la marihuana se pretenda comercializarla al valor más bajo posible –para competir con la “ilegal”--, en cambio con el alcohol lo que se busca es encarecerlo.
En definitiva, se trata de un tema complejo que necesariamente debe contar con herramientas que desalienten el consumo pero que también deben atender otras cuestiones no menos importantes.