Paysandú, Viernes 20 de Diciembre de 2013
Opinion | 16 Dic La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer elaboró un documento en el que analiza el estado de situación de esta enfermedad y ubica a Uruguay en el quinto lugar en el mundo con mayor mortalidad a causa de enfermedades oncológicas.
El trabajo de Globocan 2012 presentado para la Organización Mundial de la Salud es contundente y únicamente Mongolia, Hungría, Armenia y Serbia están por encima de Uruguay con una tasa de 144,8 casos estimados.
Los tumores de pulmón, mama y de colon registran una mayor cantidad de diagnósticos y se prevé un aumento sostenido debido al crecimiento y envejecimiento poblacional.
Específicamente el cáncer de mama y cuello uterino han aumentado en más del 20% a nivel mundial, en tanto, los avances tecnológicos no han llegado aún a las regiones más desfavorecidas del planeta. El diagnóstico oportuno y un reconocimiento de los factores de riesgos serán las armas fundamentales en cualquier lugar, aún más en nuestro país. Cada año se diagnostican 1.800 casos y mueren 650 mujeres por cáncer de mama y aunque las enfermedades cardiovasculares sean la primera causa de muerte de los uruguayos, el Programa Nacional del Cáncer (Pronacam) calcula que en 2030 será la primera causa a nivel nacional. Y las perspectivas no son alentadoras, en tanto la Comisión Honoraria de Lucha contra el cáncer estima que en una comparación regional, Uruguay tiene una alta prevalencia de cáncer infantil.
Será fundamental desmitificar y quitar el miedo a un enemigo que dejó de ser silencioso porque protagoniza las estadísticas y es fácilmente comprobable su incidencia en la población. Incluso, enfrentar una realidad nos hará fuertes para comenzar a presionar a la baja a una enfermedad que es de responsabilidad comunitaria. En este caso, cada individuo deberá asumir la suya para hacer prevención en salud.
A todo esto se suman las alertas colectivas, porque cuando las organizaciones de diversa índole adviertan sobre los efectos nocivos de la utilización de determinada tecnología o hábitos en la producción nacional, la clase dirigente deberá abrir los oídos y cerrar un poco más la boca. Lo que se haga con el aire, el agua o el suelo también traerá consecuencias para la salud que se observarán en las estadísticas.
No obstante, a las decisiones políticas se suman los factores poblacionales de envejecimiento, hábitos culturales y gastronómicos, cuya incidencia en el caso uruguayo hace más compleja la situación.
La labor de prevención y alerta a nivel mediático parece no alcanzar en estos casos, en tanto no habrá que esperar a un diagnóstico desfavorable para comenzar a actuar. Con esta enfermedad el tiempo es ahora.
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