Paysandú, Domingo 29 de Diciembre de 2013

OPINIÓN

LA VOZ DEL PÚBLICO

Locales | 22 Dic Navidades
Recuerdo con profunda emoción aquellas Noches Buenas en pleno Montecaseros entre 25 de Mayo y Artigas, cuando la barriada toda, nos convocábamos en silencio y al son de algún acordeón a piano, y alumbrada la partitura con una linterna, dábamos vueltas a su son (no digo bailábamos), como una gran familia barrial, en que corría una corriente de afecto singular que, sin darnos cuenta, nos hermanaba a todos. Los abrazos, sin previo aviso, dueños circunstanciales de esa situación, por solo el simple hecho de reconocer al vecino que teníamos enfrente, nos hacía más vecinos por mucho tiempo más.
A los días siguientes, recibíamos por haber compartido esa noche, un certificado de amistad, que me atrevo a afirmar perdura hasta hoy: claro que esa legión de familiares y amigos se ha visto reducida por los avatares propios de la existencia. Pero el elán vital aletea por esa querida arteria sanducera, doy fe.
Hoy quiero decir: ¡Bienvenida Noche Buena! Y aunque ya no salgamos con algarabía a pisar tu hormigón y empaparte con nuestra felicidad, repito: Bienvenida Noche Buena.
Reconozco que quizás hemos equivocado el camino o el almanaque, como quiera que sea, pues tratamos --¡pobres de nosotros!-- de llenar el día siguiente con toda la ternura y bondad conque hacemos gala, en el convencimiento de que haciéndolo así, estaremos insuflándonos de ese espíritu cristiano; aunque la verdad, se me ocurre reflexionar que Navidad es siempre. Festejen, por lo menos aquellos que tienen fe en un niño hijo de carpintero que osó gritar --como lo hizo Mandela-- por el amor, la justicia y la igualdad entre los hombres.
¿Y saben qué? Ya recibí un hermoso e inolvidable esperanzador regalo que quiero compartir a través de estas líneas para estas fiestas y para siempre: el rostro sonriente y ganador de la vida del niño de cristal en la Teletón. Pido disculpas, pero ha sido --aparte de mis hijos-- el mejor regalo que he recibido en la vida. Algunas veces lo veía, desde lejos, subir las escaleras de la Escuela Nº 8 sabiendo que él también le tocó cargar una pesada, pesadísima cruz, junto a su familia y al verlo en la jornada Teletón, concluyo que como otros célebres, ya es ganador vitalicio. ¡Qué regalo que me concedió! Esforcémonos, pues, de armar el arbolito todos los días de nuestros corazones.Eduardo E. Rama


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