Paysandú, Domingo 29 de Diciembre de 2013
Opinion | 23 Dic En reciente artículo de la prestigiosa revista especializada británica The Economist, un artículo anuncia que la publicación decidió elegir a Uruguay como “el mejor país del año” por la aprobación de la ley de matrimonio homosexual, y la reciente aprobación de la ley que regula el mercado de la marihuana, en tanto por otro lado resaltó la personalidad del presidente José Mujica, a quien considera “admirablemente humilde” y con “franqueza inusual para un político”. Otro capítulo refiere al Uruguay como “liberal y amante de la diversión”.
Voceros del gobierno no han ocultado su satisfacción por esta noticia, que entienden ubica a Uruguay en la vidriera del mundo como un país “avanzado”, prácticamente lanzado a codearse con el Primer Mundo en determinados aspectos, y el propio prosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa, desafió a que “ahora que lo dice una revista como esta, que dirá la oposición”.
Por cierto la distinción de la publicación británica, de corte liberal, en buena medida es de recibo, si tenemos en cuenta que refiere a problemáticas que llaman la atención por aquellas latitudes, donde los grandes problemas de la sociedad, aún en medio de la crisis, los tienen resueltos, e incluso en lo que respecta a la situación económica el bienestar de la población supera abiertamente el de naciones como Uruguay en plena bonanza.
Las leyes sobre la marihuana y sobre el matrimonio homosexual pueden ser compartidas o no por el común de la ciudadanía, y en suma lo que ha hecho el gobierno ha sido prestar especial atención a colectivos minoritarios dentro de la población, que como en toda democracia tienen derechos que no deben ser avasallados simplemente porque se piense o se actúe diferente.
Ahora, en nuestro país vivimos una realidad que es muy distinta de la visión que puede tenerse desde afuera, porque por ejemplo The Economist hace hincapié en leyes que considera de avanzada y plantea situaciones que son evaluadas en gran medida como pintorescas por quienes nos visitan unos días y luego se van tras observar lo que querían ver, pero sin siquiera rozar otros aspectos de problemática que viven los uruguayos.
En realidad la ley sobre la marihuana y la del matrimonio homosexual no le cambian un ápice las perspectivas a futuro para el país en los temas realmente importantes; pero naturalmente, eso no es noticia en el exterior, sino lo pintoresco e inusual de leyes del tipo de países nórdicos, que por cierto tienen mucho de que enorgullecerse en cuanto a la calidad de vida que ofrecen a los ciudadanos, y que realmente están avanzados socialmente.
Y este es precisamente el eje del análisis en el que pretendemos centrarnos, porque si bien es plausible que el gobierno se ocupe de atender planteos de grupos minoritarios que reivindican sus derechos, por otro lado presenta el gran déficit de respuestas para áreas clave para el país, de lo que es ejemplo claro el hecho de que somos de los últimos en las pruebas PISA sobre la educación, cuyo nivel sigue deteriorándose a ojos vistas sin que desde el gobierno se tenga poder de reacción y se ensayen siquiera diagnósticos valederos para comenzar a revertir el proceso, y por el contrario, se ha dejado en manos de los sindicatos el poder y obstaculizar todo intento de cambiar la pisada. Eso sí es importante, porque es donde se está jugando la propia viabilidad de la nación, que para subsistir y poder seguir atendiendo la necesidades sociales necesariamente deberá mantener una alta tasa de crecimiento económico durante las próximas décadas. Y la única forma de lograrlo es apostando a la sociedad del conocimiento, del verdadero, el que nos permita competir en todo el mundo a los niveles que nos exigen los países a los que aspiramos a colocar nuestros productos --los que producimos hoy y los que tendremos que producir para adaptarnos a los mercados--, por lo que no sirve inventar nuestras propias evaluaciones a medida para engañarnos en que no estamos tan mal.
Lo mismo puede decirse en el caso de la seguridad ciudadana, un tema que realmente preocupa a los uruguayos sin distinción de clase social ni partido político, y sin embargo el déficit en la materia es de gran magnitud. En una situación también preocupante podemos situar la salud, cuya reforma no ha contemplado ni por asomo el suplir las deficiencias que se tienen en la materia.
En todos los casos, el déficit se ha agudizado pese a que durante casi una década Uruguay ha disfrutado de ingresos adicionales de recaudación por el comportamiento del sector exportador apoyado en los elevados precios internacionales, lo que quiere decir que no se trata solo de volcar recursos, sino de tener realmente un plan y gestionar debidamente las áreas correspondientes, sin anteojeras ideológicas y responder al interés general en lugar de evitar “pisar los callos” de sectores interesados en que todo quede como está para no tener alguna amenaza sobre sus puestos de trabajo y condiciones laborales ultrabenignas, pensando en el presente pero sobre todo en el futuro del país.
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