Paysandú, Lunes 30 de Diciembre de 2013
Opinion | 28 Dic Casi en forma simultánea con la caravana de adherentes del Frente Líber Seregni que respaldó con una demostración ante su domicilio al exministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, asumía su subrogante en la conducción del equipo económico de gobierno, el economista Mario Bergara, quien hasta el momento se desempeñaba como presidente del Banco Central (BCU).
Las circunstancias en que asume Bergara distan de ser traumáticas, felizmente para los uruguayos, desde que contrariamente a lo que ha ocurrido en otras oportunidades y suele darse en este tipo de decisiones políticas, no estamos ante un cataclismo en la economía, sino un “escándalo” puntual en torno al caso de Pluna, en que por encima de errores, marchas y contramarchas, sin dudas la constante del proceso ha sido la sistemática demostración de soberbia del equipo económico, lo que desdibuja la ponderación para manejar situaciones.
El punto es que Mario Bergara retornó el jueves al Ministerio de Economía (MEF) --luego de su pasaje como subsecretario entre 2005 y 2008-- para liderar esta cartera con el desafío manifiesto de mantener las políticas que delineó su antecesor, Fernando Lorenzo, pero también con la necesidad de atacar el mayor problema macroeconómico que tiene hoy el gobierno, que es el combate a la inflación.
Bergara ha expresado en más de una oportunidad que de la “pintura gruesa” de la economía uruguaya, “la variable que desentona” es la inflación y en particular el riesgo de que se produzca un “desanclaje significativo en las expectativas” de los agentes privados sobre el comportamiento de los precios a mediano plazo.
La inflación no es un índice que pueda aislarse del entorno y tramado socioeconómico, e incluso desencajarlo de elementos abstractos y muy difíciles de manejar, como es el caso de las expectativas en uno y otro sentido de los agentes económicos y de la propia población, por lo que estos aspectos hacen que deba buscarse un conjunto de medidas y directivas para alinear este parámetro con lo que se busca por el equipo económico, precisamente.
El Índice de Precios al Consumo (IPC) acumuló una variación interanual a noviembre de 8,51% y se prevé que culmine el 2013 en 8,9%, según la mediana de los analistas encuestados en diciembre por el BCU. En tanto, asumiendo las presiones inflacionarias actuales y sumando los ajustes de UTE y OSE que están confirmados para enero --también subirán los combutibles--, el IPC tendría un piso de 9,4% para ese mes, lo que implica un valor cercano al 10 por ciento que dispara el reajuste automático de salarios y pasividades en forma semestral y por lo tanto distorsionando las previsiones tejidas para mantener controlada la economía.
Con todo, es indudable --y positivo-- que el gobierno haya transmitido el mensaje de continuidad en la política económica, pese a los episodios en torno al affaire Pluna, porque una cosa son los errores puntuales que se cometen, y otra el manejo macroeconómico, que aún con luces y sombras, es una alternativa mucho mejor que las presiones para el “giro a la izquierda” de sectores radicales del Frente Amplio.
“Le queríamos dar un mensaje bien claro al país que la línea económica que se venía aplicando se sustentaba”, afirmó el presidente José Mujica durante la asunción de Bergara, dejando en claro este punto y por lo tanto aventando especulaciones de los agentes económicos ante la posibilidad de una vuelta de timón, pese al perfil continuista del nuevo ministro.
El propio vicepresidente Danilo Astori aseguró que las nuevas figuras que integran el equipo económico son “afirmación de continuidad” del rumbo económico que Uruguay “viene siguiendo desde marzo de 2005”.
Entonces, todo indica que no habrá un cambio significativo en la conducción y el énfasis que tendrá el Ejecutivo para controlar las presiones inflacionarias y hacia la interna de la fuerza de gobierno, donde se insiste con la premisa de “redistribuir” riqueza como solución mágica para el país, basándose en el asistencialismo, en lugar de apostar al crecimiento económico que es lo único sustentable a mediano y largo plazo.
Y como ingresamos en año electoral, nada menos, es de esperar que el nuevo equipo económico no ceda a las tentaciones voluntaristas y facilismos que apuntan a recoger votos a toda costa, como lamentablemente suele darse en cada elección, con las consecuencias de sumar gastos que el país no puede afrontar sin agregar más distorsiones, condicionando el presente y el futuro inmediato.
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