Paysandú, Viernes 03 de Enero de 2014
Opinion | 31 Dic La falta de concientización, a veces de conocimiento y también mucho de irresponsabilidad, es un estigma que pende sobre culturas como la nuestra, donde la idiosincrasia y el subdesarrollo son factores determinantes para que en amplios sectores de la población se agregue el desinterés y desaprensión para hacer lo que se debe hacer y actuar con la responsabilidad necesaria para ahorrarnos males.
Uno de los ejemplos prácticos en que se basa esta reflexión, ente muchas otras posibles que vivimos diariamente, refiere a las acciones simples de prevención que corresponde adoptar para evitar que tengan manifestación endémica, y ocasionalmente empujes, enfermedades como la hidatidosis y el Mal de Chagas, a lo que se agrega el riesgo de dengue que se da en el subcontinente sudamericano, con proyección también sobre Uruguay.
En nuestro país, sin dudas, resulta mucho más fácil erradicar estos flagelos por nuestro tamaño y composición socioeconómica que en países vecinos, donde hay amplios nichos de pobreza extrema y dificultades adicionales por la distribución territorial.
Estudios efectuados por la Comisión Nacional de Hidatidosis, a través de sus respectivas comisiones departamentales, indican que la media nacional de afectación por quiste hidático es de entre el 1 y el 1,5 por ciento, con notoria prevalencia en las áreas rurales, donde la zoonosis se manifiesta con carácter endémico.
Y tenemos hidatidosis de la que son víctimas personas de toda edad, porque en los establecimientos rurales se alimenta a los perros con achuras, cuando a esta altura todo el mundo sabe que no debe hacerse o se debe hervir concienzudamente las vísceras, y a la vez encarar la dosificación periódica.
Es decir que se sigue actuando desaprensivamente y con manifestación de la cultura del subdesarrollo, la del todo vale, y la de creer que simplemente las recomendaciones se hacen porque sí o porque la cosa no es tan importante. Entonces, cuando el mal ya está hecho y nos toca de cerca, viene el desconsuelo y el tardío arrepentimiento, por regla general.
Es precisamente el gran contrasentido de una sociedad encerrada en sí misma y que establece prioridades en forma muy peculiar y con un sentido muy individual, perdiendo de vista el sentir colectivo que además repercute en lo personal, aunque hay una percepción muy difusa al respecto.
Otra enfermedad que es estigma del subdesarrollo, como el Mal de Chagas, también se da en nuestro país, y aunque se ha reducido su incidencia, todavía existe en forma endémica en diversas zonas, sobre todo del noroeste del territorio nacional, incluso en el este de nuestro departamento.
Como la hidatidosis, se requiere controlar el vector de transmisión al ser humano, en este caso un tipo de vinchuca, a la que se combate quitándole habitat y fumigando las áreas de difusión, sobre todo mejorando las construcciones, y efectuando limpieza de gallineros y otros lugares en los que encuentran condiciones para su desarrollo.
Una novedad surgida recientemente en torno al Mal de Chagas refiere a que casi ha dejado de ser una enfermedad exclusiva de las zonas más pobres de América Latina y Centroamérica, por cuanto ha comenzado a encontrarse en áreas de países desarrollados como Estados Unidos e incluso Canadá, y se considera que ello se debe a que la inmigración ilegal ha llevado consigo también males del mundo en desarrollo, donde afecta a unos 18 millones de personas, nada menos.
Es así que un grupo de investigadores de Canadá ha desarrollado una clase de compuesto que puede ayudar a erradicar el Mal de Chagas, de acuerdo a un artículo de los investigadores en el Antimicrobial Agents and Chemoteraphy.
“Si bien históricamente la infección se ha confinado mayormente a las poblaciones pobres y rurales en América Central y del Sur, también ha aparecido en Estados Unidos, Europa, Japón, Canadá y Australia debido a las migraciones, y la transmisión sin el vector tradicional se está convirtiendo en una amenaza a la salud pública”, sostiene.
El hecho de que se esté expandiendo en nichos del mundo desarrollado, con todo lo negativo que ello entraña para las respectivas comunidades, conlleva paralelamente el lado positivo de que pueden sumarse esfuerzos en la investigación y aporte de tecnologías más modernas para el estudio y combate de la enfermedad, lo que permite augurar que pueda avanzarse significativamente en pocos años para su control, cura y erradicación a nivel global.
Igualmente, en todos los casos no debe perderse de vista que --como debe hacerse en nuestro país con mayor énfasis-- las respuestas que más se necesitan son responsabilidad y concientización, que pasa por la educación pero también por cambiar costumbres hondamente arraigadas, que cuestan gran número de vidas humanas al año y situaciones traumáticas de por vida.
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