Paysandú, Lunes 06 de Enero de 2014
Opinion | 02 Ene El deseo de que “frene la violencia en el mundo” fue la clave del llamado del papa Francisco al comenzar este 2014. Si la paz es un término sustantivamente abstracto, al menos la unidad evitaría uno de los grandes males de la humanidad.
Tal como lo preguntó en el primer ángelus del año: “¿Qué está pasando en los corazones de la gente?”, nos lleva a reflexionar que aunque su cuestionamiento sea de respuesta sinuosa, es --al menos-- posible lograr algo desde cada uno.
Si el problema está en los corazones, entonces, el compromiso será individual y aunque la legislación ayuda, ni todos los congresos del mundo pueden decretar que un individuo se vuelva tolerante y deje de ejercer violencia sobre otros.
Y al hablar de este flagelo, debemos apuntar a cualquier tipo. Pero hay una forma de violencia --fundamental y silenciosa-- que es la que se gesta en la intimidad del hogar y no se soluciona con rejas o guardias privados. La violencia basada en género nuevamente es noticia desde el primer día del año.
En Durazno, un hombre alcoholizado atacó a su esposa a balazos y la única que dio en el blanco perforó su tórax. Esta víctima podrá contar su historia, pero hubo otras que no pudieron y aunque el compromiso debe partir de todos, hay algo que sigue fallando en el alma humana.
El hecho ocurrido en la terminal de ómnibus de ese departamento no provocó otras víctimas, pero pudo haberlo hecho. En general, estas situaciones sobrellevan consecuencias ineludibles, donde otras víctimas --menos visibles-- como hijos o familiares, soportan estoicamente situaciones límite.
Este hombre contaba en su haber con varias denuncias por violencia de género y aunque no aporte demasiado cuestionarse lo ocurrido con esas denuncias, bien vale la pena resaltarlo. Las historias de ambos deberían empezar a contarse a partir de hoy, para que nunca vuelva a ocurrir.
Los mensajes de paz y prosperidad en un mundo convulsionado han sido corrientes en los últimos días y todos se reciben y se agradecen.
Pero ninguno será efectivo sin los corazones de cada uno. Desde allí parten las buenas intenciones y obras a ejecutar durante un año que se plantea para todos como un desafío.
La paz será con nosotros, en tanto, la respetemos como una construcción colectiva vulnerable y sensible. Como una pequeña hoja que crecerá en el enorme tallo de la humanidad y cuyos frutos no están tan altos, sino al alcance de nuestras manos.
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