Paysandú, Martes 14 de Enero de 2014
Opinion | 12 Ene El consumo excesivo de alcohol en la costa Este no sorprende y aunque los desmanes y perjuicios provocados a la sociedad se presenten como noticias, para quienes transitan en esta época del año aquella zona del país, reconocen que hay momentos y lugares que han perdido el glamour.
Jóvenes borrachos tomando vino en caja o en vasos de plástico que dejan tirados en avenidas y frente a la puerta de cualquier edificio, se ha tornado común en determinados barrios, desde las primeras horas de la madrugada y hasta la salida del sol.
Al espectáculo desenfrenado se suman las consecuencias sociales por la mala convivencia con los vecinos que rechazan tal comportamiento, con consecuencias sanitarias por tomar sin límites o mantener relaciones sexuales sin protección y alta siniestralidad en el tránsito, entre otras.
Todos fuimos jóvenes alguna vez --más allá o más acá en el tiempo-- y probablemente el lector recuerde alguna andanza extralimitada cometida y --según la época que le tocó vivir-- trató de mantener más o menos en silencio.
Sin embargo, ahora parece todo lo contrario. Si la fuerza pública intenta poner orden ante tamaño desparpajo, los protagonistas enfrentan a los efectivos de manera furibunda y sin diálogo. Si los habitantes de un edificio afectado por pedreas, parques destrozados o puertas dañadas tratan de limitar ese accionar, serán pasibles de los más variados improperios.
En Punta del Este, hace más de tres años se anunció la instrumentación paulatina de una medida tendiente a limitar la venta de alcohol. En ese proceso, comenzaron por prohibir el expendio a dos estaciones de servicio y prometían que se extendería a los kioscos, que en vez de vender golosinas, comercializaban bebidas de todo tipo.
La medida alcanzaría a los paseos públicos, en tanto, en 2010 al igual que ahora, la rambla frente al puerto de Punta del Este, era uno de los lugares donde no se podía vivir en paz.
Han pasado tres años y medio y el problema continúa. Paralelamente observamos a las autoridades ministeriales haciendo esfuerzos sostenidos por atraer a un turismo de mayor poder adquisitivo desde fuera de la región o promocionando al apreciado balneario como uno de los mejores del mundo.
Las noticias se leen en cualquier parte del planeta a través de Internet y aunque los extranjeros seguirán llegando para disfrutar de las codiciadas playas, la imagen que brindamos queda por el suelo.
Podrá haber mejores servicios, más personal capacitado o la presencia siempre mediática de las estrellas, pero en el fondo nos queda el sabor amargo de los contrastes que lejos de enriquecer, ensucian la imagen de país apacible, tranquilo y con valores que creíamos tener.
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