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Paysandú, Domingo 19 de Enero de 2014

ARDIENTE CHILE

Mientras se queman los campos, la política se incinera

Locales | 12 Ene (Por Horacio R. Brum). Ardiente Paciencia es una bella novela del famoso escritor chileno Antonio Skármeta, en la cual un cartero imaginario que lleva la correspondencia al poeta Pablo Neruda durante su exilio en Italia en la década de 1950, es ayudado por éste a redactar cartas para la mujer que ama. La historia tiene un final feliz y también dio origen a la película italiana Il Postino, que combinó sabiamente romanticismo, humor y optimismo.
Nada de eso hay en el ardiente Chile de estos días, donde se están quemando miles de hectáreas de campos y bosques, al punto de que Santiago quedó varios días envuelta en una nube de humo, y en la política arde una hoguera de culpas, desconfianzas y vuelta a los viejos malos hábitos, que parece estar incinerando a la derecha perdedora de las elecciones presidenciales y bien podría convertir en cenizas el cheque en blanco que los votantes dieron a Michelle Bachelet.
“Estamos viviendo una grave y extensa emergencia en materia de incendios forestales”, dijo a comienzos de la semana el presidente Piñera, al decretar el estado de alerta sanitaria en cuatro regiones del país. El miércoles, el humo era claramente visible en las calles de la capital, pese a que algunos de los principales focos de incendios estaban más de 75 kilómetros al sur, y la contaminación usual aumentó seis veces. Por factores casuales, por el descuido de los agricultores o por las acciones de pirómanos, cada verano se inaugura una temporada de incendios forestales y campestres, pero esta vez la situación parece ser peor que nunca. Tan mala como la situación de la alianza política encabezada por Sebastián Piñera, que pasa por una crisis para la cual no hay precedentes ni siquiera antes del triunfo de la izquierda de Salvador Allende, hace 45 años.
Andrés Allamand, excandidato presidencial en las primarias, senador electo y durante muchos años compañero de ruta de Piñera, acusó sin ambages al gobierno de la estruendosa derrota electoral y desde antes de Navidad ha venido realizando una guerrilla de declaraciones contra el mandatario; esta semana, tres diputados del Renovación Nacional (RN), el partido de Allamand y Piñera, renunciaron a él para formar Amplitud, un sector que se propone desplazar de la derecha hacia el centro. Por otra parte, se espera que otros parlamentarios renuncien a la militancia en RN y el propio vicepresidente del partido denunció “una estrategia para que el presidente Piñera sea candidato en 2017”, definiéndola como “un error inmenso”. Entretanto, el socio mayoritario y más conservador de la coalición gobernante, la Unión Demócrata Independiente, observa a la distancia pero atiza la fogata de Renovación Nacional, ya que sus principales dirigentes en el Parlamento recibieron formalmente a los diputados renunciantes a la colectividad de Piñera, para escuchar sus explicaciones y dar “la bienvenida a la diversidad”. Una significativa actitud, en un partido que precisamente tiene horror a la diversidad, trátese ella de los derechos de los homosexuales o de la diferencia de opiniones en su seno.
La debacle de la derecha y el viraje al centro podrían tener otro efecto para el futuro, porque dentro de la victoriosa Nueva Mayoría de Bachelet están reapareciendo algunos fantasmas del pasado, como el anticomunismo de la Democracia Cristiana (DC). Una de las originalidades del proceso chileno de regreso a la democracia es que la Concertación por la Democracia, que gobernó al país desde el fin de la dictadura y hasta la llegada de la derecha al poder con Piñera, se formó con los sectores víctimas del golpe de 1973 y la DC, que le hizo el vacío a Salvador Allende e incluso apoyó al gobierno militar en su primera etapa, la más represiva y sangrienta. Por ello, en todos los gobiernos de la Concertación, la Democracia Cristiana fue una suerte de quinta columna, representando valores y posiciones derechistas en muchos temas sociales, como el aborto, y manifestando el rechazo al acercamiento a Cuba o Venezuela.
Fue por la presión demócrata-cristiana que el partido Comunista (PC) quedó fuera de la Concertación cuando volvió la democracia, pero las recobradas fuerzas de la izquierda consiguieron que, a tres décadas del fin de la dictadura, el PC se uniera a la Nueva Mayoría. La nueva relevancia de los comunistas encendió las luces rojas en la Democracia Cristiana, que entre sus socios internacionales tiene a la oposición venezolana y al partido Popular gobernante en España, y apenas fue confirmada la victoria presidencial de Michelle Bachelet, comenzaron las operaciones para evitar la “izquierdización” del conglomerado que será gobierno en marzo. El martes 6, la DC se anotó un tanto valioso en la reunión de los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría, al lograr que la misma no sea una coalición de gobierno, como lo fue la Concertación, sino un “acuerdo político y programático” para gobernar. Según el presidente de los demócrata-cristianos, de esta manera se alivia la incomodidad existente en su partido por la posibilidad de tener lazos más estrechos con los comunistas. El acuerdo tiene hasta fecha de vencimiento: el 11 de marzo de 2018, cuando termine la presidencia de Bachelet. Los ecos de la historia vuelven a resonar, porque cuando Allende y su Unidad Popular ganaron las elecciones de 1969, la Democracia Cristiana le exigió firmar un documento de garantías democráticas, para respaldar en el Congreso su ratificación como jefe del poder Ejecutivo.


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